Lenin y el Partido

 

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PABLO TORRES

Lenin y el Totalitarismo[1] es el libro con el que Mauricio Rojas, un devenido en liberal de derechas, que en su juventud militó en el MIR y actualmente hace ideología en la Fundación Para el Progreso de Axel Káiser, intenta a 100 años de la Revolución Rusa, disparar contra Lenin, Marx y contra toda idea de revolución social y de un futuro comunista, so pena de un destino inevitablemente totalitario, de terror y tragedia, asociado al criminal régimen de Stalin y sus horrores.

Su núcleo es establecer una relación de causalidad entre la “idea” totalitaria (Marx), aparato totalitario (Lenin) y “sistema totalitario” (Stalin). La clave para explicar el estalinismo y los mal llamados “socialismos reales”, con la revolución rusa como teatro de operaciones y (supuesta) realización de aquella idea (comunismo), es fijar a Marx y Lenin como responsables en última instancia de los gulags y campos de concentración, deportaciones, ejecuciones en masas, torturas y asesinatos durante el estalinismo. No es de todos modos una idea nueva para atacar al marxismo, sino tomando los argumentos prestados de la intelligentzia capitalista occidental que tras la caída del Muro han buscado desacreditar la lucha por el comunismo (la superación de la(s) sociedad(es) de clase y el inicio de verdadera historia de la humanidad) mediante la identificación al estalinismo y su reaccionario aparato burocrático.

Si las décadas de reacción neoliberal lograron instalar, como decía Thatcher, “There Is No Alternative” (que “No hay alternativa”), los ataques al marxismo han servido para justificar que no hay horizonte posible más allá del capitalismo y de la democracia liberal representativa. En nombre de la defensa de la “democracia” y de la “libertad”[2] se defiende un sistema cuya esencia sigue siendo hoy, ya entrado el siglo XXI (con una población que en pocos años llegará a los 8.000 millones de habitantes), uno en el que la gran mayoría (la clase-que-vive-del-trabajo[3]) vive “libremente” explotada y en condiciones de mera reproducción como fuerza de trabajo (con lo mínimo), mientras una ínfima minoría es dueña de los más grandes recursos y riquezas, que amenazan no solo la vida humana (v.gr. con el armamento nuclear), sino la propia naturaleza de forma cada vez más abrupta. En este marco la ampliación de la “democracia” y la “libertad” en numerosos países durante el neoliberalismo (con Estados Unidos como uno de sus principales “exportadores”, contra dictaduras “de izquierdas o derechas”) han servido como una gran cobertura de un capitalismo cada vez más destructivo.

A 100 años de la Revolución Rusa, que un liberal de este tipo ataque al marxismo no es gratuito, sino el intento de defender un orden imperialista establecido en el siglo XXI que se empieza resquebrajar, a sentar las condiciones de mayores crisis y de una revalorización del pensamiento socialista. El marxismo revolucionario debe ser rescatado no solo de la montaña de difamaciones de todo tipo, sino de la montaña de falsedades, mentiras y brutalidades que montó sobre éste el estalinismo (desacreditándolo), como una tarea estratégica para reconstruir el socialismo revolucionario en el siglo XXI[4].

Habiendo diversas consideraciones sobre el libro mismo, una de cuyas centrales sería sobre el comunismo y las ideas de Marx (la degeneración sobre éste que monta Rojas para responsabilizarlo en última instancia de creador de la “sociedad totalitaria”)[5],  nos centraremos en Lenin y la política, enmarcado en la construcción del partido.

 

 

Lenin, el partido y la clase; o nuevamente la relación entre lo social y lo político

 

El centro de su ataque a Lenin es la idea y lucha por construir un partido revolucionario, a la cual acusa como “célula esencial del cuerpo totalitario del futuro”[6]. Para ello toma el polémico folleto ¿Qué Hacer?, escrito en el año 1902, en que Lenin intenta establecer las bases para la formación de un partido revolucionario unificado en Rusia, para superar la disgregación de la socialdemocracia (marxista) en pequeños círculos; y las dificultades creadas en el marco del zarismo (arrestos, deportaciones, infiltraciones y censura) para la actividad revolucionaria.

Mediante la relación que Lenin establece entre “espontaneidad de las masas” y “consciencia” revolucionaria (años después, en plena revolución, superará dialécticamente como veremos más abajo, pues respondía a una lucha política concreta en una situación concreta), Mauricio Rojas denuncia aquí el que considera “núcleo teórico” de Lenin, el que “fundamenta su derecho a ejercer el poder, incluso en contra de lo que el proletariado de carne y hueso pudiese pensar o desear[7]:  la consciencia revolucionaria (socialista) sería la  “verdadera voluntad” del proletariado, y como ésta viene desde afuera, de los intelectuales revolucionarios (una “docena de jefes probados”), está por sobre la “espontaneidad” y deseos de los trabajadores (cuya consciencia señala Lenin, se limitaba a “consciencia tradeunionista” o “sindicalista”). Con esto, Rojas intenta reconstruir la teoría de la sustitución totalitaria de la clase por el partido, del partido por su dirección, y de su dirección por el jefe personal, “expresión característica de la intelligentsia revolucionaria que trata de sustituir al proletariado como cabeza pensante y agente real de la revolución comunista”[8].

Si la batalla constante de Lenin era combatir la ideología (tan extendida en nuestro tiempo) según la cual los trabajadores deben limitarse a hacer, a lo más, sindicalismo (luchas económicas) y los partidos, cuadros e intelectuales burgueses deben hacer la política; en él no había una relación mecánica o directa entre la clase trabajadora y su representación política, en el sentido que el socialismo no surgía espontáneamente de la lucha de clases (pues la ideología espontánea era “tradeunionista” o sindicalista, es decir burguesa), y ese era el fundamento de la necesidad de una organización de los elementos más conscientes de la clase obrera y la intelectualidad, que mantuviera autonomía política con respecto a la clase de conjunto, dedicándose profesionalmente a la revolución. La lucha del Qué Hacer? de Lenin significaba una primera ruptura con una visión evolutiva y lineal de partido, de identidad entre “partido” y “clase”.

En ¿Qué Hacer? Lenin combatía los prejuicios de los economistas, que señalando el predominio de la lucha económica del proletariado, separaban ésta de la lucha política, y condenaban así a los obreros a despreocuparse de la política (estrechamente vista como “política sindical” o “tradeunionista”). Para los economistas no es tarea del partido señalar “tal o cual táctica de lucha ni las tareas u objetivos”[9], sino simplemente acompañar el movimiento[10]. Según ellos la lucha económica elevaría “espontáneamente” a los obreros a la consciencia socialista, y no la lucha política (ni la batalla ideológica del marxismo frente a la teoría burguesa). Contraponían la consecución de “resultados tangibles” a lo que denominaban una “abstracta lucha por el poder”[11]. Con ello, Lenin denunciaba que en nombre del marxismo, buscaban transformar al partido revolucionario en un partido de reformas económico-sociales y democráticas[12]. Un partido no que preparara la ruptura revolucionaria con el orden establecido mediante el enfrentamiento con el aparato estatal (y militar) de la clase dominante, sino de evolución de conquistas parciales (siempre amenazadas) en el marco del régimen social capitalista (algo así como una vía pacífica y gradual al socialismo).

De allí que Lenin señala que “lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella, equivale a fortalecer la ideología burguesa”[13]. “Rebajar la ideología socialista” al nivel de la “espontaneidad” era justamente limitar al POSDR al seguimiento de los movimientos tal cual se dan y a las reformas. Lenin, “La teoría de Marx puso en claro la verdadera tarea de un partido socialista revolucionario: no inventar planes de reestructuración de la sociedad ni ocuparse de la prédica a los capitalistas y sus acólitos de la necesidad de mejorar la situación de los obreros, ni tampoco urdir conjuraciones, sino organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del Poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista.[14]Limitar y separar la lucha económica de los trabajadores (totalmente necesaria para su lucha contra los capitalistas, pero insuficiente para los objetivos socialistas de emancipación social) de la lucha política contra la monarquía y por una república de los trabajadores (dictadura del proletariado), significaba transformar al POSDR en un partido reformista.

De esto justamente se trataba la ideología del liberalismo que impregnaba el espíritu economista de aquellos años de ascenso del movimiento huelguístico: de identificar (y por tanto, separarlo absolutamente) “lo social” de “lo político”, con el efecto por un lado de hacer retroceder la consciencia y la teoría marxista por un lado (para limitarla al estrecho marco de las reformas y no de la revolución), y por el otro, disminuir la consciencia de los trabajadores alejándolos de la lucha política socialista, limitándolos a reivindicaciones parciales. Como señalaba correctamente Lenin, “el marxismo ligó en un solo haz inseparable la lucha económica y política de la clase obrera”[15], y la política liberal de los economistas significó un gran paso atrás en este sentido (“y el afán de los autores del «credo» de separar esas formas de lucha constituye una de sus desviaciones más desafortunadas y más deplorables del marxismo”[16]).

En Lenin el ejemplo de todo militante no debía ser el “secretario de tradeunion” sino el “revolucionario profesional”, es decir de un partido de “tribunos del pueblo”[17] que mediante la denuncia de cada acto de la opresión zarista y la lucha política contra su Estado, permita al proletariado ganar la hegemonía sobre las clases oprimidas en la lucha por la liberación del pueblo trabajador. Por ello así como las huelgas son “escuelas de guerra”[18], las denuncias políticas son para Lenin “una declaración de guerra al gobierno, así como las de carácter económico son una declaración de guerra al patrón de la fábrica”[19]. La organización de un partido centralizado de combate, de trabajadores que actuasen como tribunos populares de las causas de los oprimidos, que se preparan para la conquista del poder político de los trabajadores mediante la insurrección armada[20], era la tarea central de los revolucionarios.

Si la clave de Lenin era que no había una relación mecánica o directa entre la clase trabajadora y su representación política, en el sentido que el socialismo no surgía espontáneamente de la lucha de clases (pues la ideología espontánea era sindicalista, es decir burguesa), era el fundamento de la necesidad de una organización de los elementos más conscientes de la clase obrera y la intelectualidad, que mantuviera autonomía política con respecto a la clase de conjunto y a sus instituciones de lucha económica, dedicándose profesionalmente a la revolución. Era en este sentido, una ruptura con una visión evolutiva y lineal de partido (que predominaba en la socialdemocracia de la II Internacional), de identidad entre “partido” y “clase”.

Sin embargo, esta relación entre espontaneidad y representación política (partido) encontraría en Lenin una nueva relación o superación dialéctica con la primera revolución rusa de 1905, superando las elaboraciones previas (el propio Qué Hacer?). El surgimiento de los Soviets (Consejos), introduciría una nueva perspectiva y entrelazaría aún más el desarrollo de la lucha política del partido revolucionario con la “espontaneidad” de las masas trabajadores, que en plena revolución, mediante la acción directa, la huelga económica y la huelga general (política), desarrolló “espontáneamente” una consciencia más allá del “sindicalismo”, creando trabajadores organismos de combate de masas, en los cuales Lenin vería el embrión de un futuro auto-gobierno obrero revolucionario. En polémica con posiciones sectarias al interior de la propia fracción bolchevique, que se oponían a los Soviets, Lenin señaló: “Creo que el camarada Radine no tiene razón cuando (…) plantea el problema del siguiente modo: ¿Soviet de diputados obreros o partido? (…) Yo pienso  que no es así como debe plantearse, que la respuesta debe ser forzosamente: ‘Soviet de diputados obreros y partido”[21]. Para Lenin en plena revolución las masas habían desarrollado una consciencia superior y con el Soviet se transformaba en un incipiente gobierno obrero. La tarea del partido era pelear por la dirección y hegemonía en el seno del Soviet, como organismo de masas “reunía a todas las fuerza realmente revolucionarias”. Para él, “la dictadura es ejercida por el proletariado organizado en soviets y dirigida por el partido comunista bolchevique” (dictadura contra la clase dominante mediante los consejos, hegemonía-dirección hacia los oprimidos)[22].

Y aquí podemos ver la genialidad de Lenin, “quien pensaba que la espontaneidad de las masas no podía llevar más allá que al sindicalismo, ahora habla de la acción espontánea revolucionaria de las masas. Es que, una cosa es la relación que se establece entre espontaneidad y conciencia en los momentos en que no hay radicalización y otra, muy distinta, es la relación que se da entre estos elementos cuando las masas tienden a la revolución, y donde las acciones del partido revolucionario se apoyan en estas propias tendencias revolucionarias de las masas que llevan adelante acciones que los revolucionarios no organizan ni controlan. La revolución es un momento en el que la espontaneidad de las masas pone su impronta en los acontecimientos ¡si no, no es una revolución! La revolución es desprolija por definición. Otra cuestión es ver la relación que hay entre la acción revolucionaria de masas, su canalización o el intento de darle una dirección, que no se vaya agotando la energía que las masas despliegan en esa acción espontánea, con el momento clave del proceso revolucionario que es el de la organización de la insurrección como arte.[23] Esta relación, la desarrollará más ampliamente al correr los años, y mostrará toda su potencialidad en 1917, cuando triunfe la revolución dirigida por el partido de Lenin junto al revolucionario León Trotsky, construyendo la primera república de los trabajadores triunfante, basada en la democracia soviética o democracia de los consejos.

Unas palabras más sobre Rojas y su visión de “libertad” y “democracia”. En las unidades productivas (fábricas, empresas, minas, puertos, comercios) y en la sociedad, en que trabajan la mayoría de las personas por un salario para vivir, domina la economía (el “mercado”) y el comando del capital, y la política a esa gran mayoría que trabaja se limita al voto como “ciudadano” algún día cada tantos años (donde supuestamente nuestra decisión vale igual para todos), pero en verdad la política cotidiana la realiza una pequeña minoría, de la clase dominante, tanto como poderes reales (en el comando cotidiano de la sociedad) como en sus palacios políticos (casas de gobierno, parlamento, magistraturas y un sinfín de instituciones no electas popularmente). La operación del liberalismo ha buscado históricamente construir un concepto de “democracia” y “ciudadanía” que borre toda la realidad de la sociedad clasista contemporánea, es decir, en suprimir la consciencia de la existencia de clases sociales antagónicas. La igualdad jurídica ante la ley y Estado es la culminación de la desigualdad social material del capitalismo, y una gran obra de encubrimiento. El ciudadano “libre” en “democracia”, es el resultado de la división entre lo “social” (y “económico”, entre trabajador y empresario) de “lo político” (la “igualdad ante la ley” así como la libertad para vender la fuerza de trabajo). La “democracia” (concebida por fuera del carácter de clase de ésta) busca encubrir el conflicto de clase, y en nombre de la “libertad” consagrar una sociedad clasista basada en la libertad de explotación del trabajo asalariado. La exaltación del individuo “libre” (en el capitalismo) como reacción a lo colectivo (que no es en ningún modo lo “estatal”), de la libertad “política” individual o formal por fuera de cualquiera “libertad” real (emancipación social), es la culminación de la separación entre lo “económico-social” y lo “político”. Esto de alguna forma está en la base de muchos de los debates del marxismo ruso, de las batallas de Lenin y de la cuestión de la construcción de un partido revolucionario, “núcleo” con el cual intenta atacar a Lenin.

En Lenin se combate tanto la identidad entre “partido y clase” como su integridad o visión de totalidad en la relación entre ambas (en tiempos “de paz” y de “guerra”), contra la separación que busca que la clase obrera se limite a trabajar como clase productora y la política la hacen los círculos burgueses. En Lenin y la historia del bolchevismo se encuentra el intento de crear un Estado Mayor revolucionario de la clase trabajadora, su propio partido político independiente, tarea que constantemente los intelectuales de la clase dominante la buscan apartar.

[1] Lenin y el totalitarismo. Mauricio Rojas Mullor. Editorial Debate. 2017.

[2] De las libertades públicas amplias formalmente, pero en una esclavitud amparada en ella, encubierta de libertad de adquirir y poseer grandes bienes por parte de una ínfima minoría y una gran mayoría “libre” para vender su fuerza de trabajo, para ser explotada.

[3] ¿Adiós al trabajo?. Ricardo Antúnez. Herramienta. Buenos Aires. 2003.

[4] “La burocracia que dominaba dictatorialmente la URSS había ubicado en el centro de esta degradación a Lenin convirtiéndolo progresivamente desde su muerte en el centro del “leninismo” como nueva ideología de Estado. Con la caída del stalinismo, las masas, que durante la posguerra y el ascenso de los ‘70 no pudieron superar a éste de forma revolucionaria, rechazaron al marxismo y a Lenin identificándolo con la burocracia totalitaria. El predominio del stalinismo degradó el marxismo a los ojos del mundo y permitió el paso a otra gran operación ideológica: luego de la caída del Muro de Berlín ya no había lugar para el marxismo de Lenin. Fue el momento donde predominaron las coordenadas ideológicas y políticas posleninistas”. Zizek y su Lenin posmoderno. En http://www.pts.org.ar/Zizek-y-su-Lenin-posmoderno.

[5] Mauricio Rojas ataca rabiosamente lo que considera el “modelo” leninista, el “revolucionario profesional” como “esencia misma del partido”  (en dictaduras o en democracias), el “eslabón del que depende la fuerza de toda la cadena”  como el verdadero “cuerpo totalitario” que luego “consolidaría” Stalin. Para ello debe ir más allá en su operación interesada. El “revolucionario profesional” (es decir, aquel militante que dedica su vida a la causa de la revolución) se trataría de un personaje medio loco, con “delirio del redentor”  (que intenta la realización “del reino del cielo en la tierra”), imbuido de aquella “fe militante en un acto místico de redención que prácticamente puede transformarlo todo y resolver todos los problemas sociales y políticos de un golpe”. Aquí entra Marx y su idea “mesiánica” de “la futura sociedad o comunidad total, capaz de alcanzar la armonía entre individuo y colectivo  (…) sociedad-comunidad sin divisiones ni conflictos internos”; sus ideas serían el “componente esencial” de aquel “sistema totalitario”. Así, de sujetos los militantes se transforman en “hombres-especie” cuya vida estaría destinada a realizar una sociedad de subordinación y desaparición completa del individuo. “Esta idea exaltada de la camaradería da expresión a la esencia más profunda de la aspiración totalitaria: el deseo de pertenencia absoluta a algo superior, la entrega del individual colectivo, a la única familia, lealtad y amor que puede dar un sentido total de pertenencia e identidad frente al cual todo lo demás deja de tener valor”.

[6] Lenin y el totalitarismo. Mauricio Rojas Mullor. Editorial Debate. 2017. Página 50.

[7] Ibid. Página 58.

[8] Ibid. Página 60. Incluso, en este ataque, intenta hacer una interpretación liberal de la interpretación de Deutscher sobre la lucha política que Trotsky desarrolló contra Lenin en 1904 (tras la ruptura de 1903 entre bolcheviques y mencheviques).

[9] Qué Hacer?. Problemas candentes de nuestro movimiento. Lenin. 1902.

[10] Eduard Bernstein, teórico de la socialdemocracia, contra el cual combatiría Rosa Luxemburgo, dirá, “el movimiento es todo, el objetivo nada”.

[11] Que Hacer. Problemas candentes de nuestro movimiento. Lenin. 1902.

[12] A medida que crece la lucha sindical espontánea de los obreros, más declarada era para los marxistas la necesidad de la “consciencia socialista”, de recrear el marxismo como guía para la acción y de sentar las bases de un partido sólido de combate que se proponga el derrocamiento del zarismo y la revolución social. Allí reside el error de los economistas: “Cuando las huelgas se difunden, algunos obreros (y algunos socialistas) comienzan a pensar que la clase obrera puede limitarse a las cajas o sociedades de resistencia, que las huelgas por sí solas pueden procurar una gran mejora de su situación y aun su emancipación. Cuando ven la fuerza que representan la unión de los obreros y aun sus pequeñas huelgas, algunos piensan que a la clase obrera le basta con declarar la huelga general en todo el país para conseguir de los capitalistas y el gobierno todo lo que quieran. Esta opinión la expresaron también los obreros de otros países cuando el movimiento obrero estaba en su etapa inicial y los obreros contaban aun con muy poca experiencia. Pero esta opinión es errónea. Las huelgas son uno de los medios de lucha de la clase obrera por su emancipación pero no el único, y si los obreros no prestan atención a otros medios de lucha, demoran el desarrollo y los éxitos de la clase obrera.” ¿Cuáles eran estos “otros medios de lucha”? “utilizar todas las expresiones de descontento, reunir y utilizar cualquier manifestación de protesta, por incipiente que sea. (…) Las denuncias políticas son una declaración de guerra al gobierno, así como las de carácter económico son una declaración de guerra al patrón de la fábrica”. Qué Hacer. Problemas candentes de nuestro movimiento. Lenin. 1902.

[13] Ibid.

[14] Nuestro Programa. Lenin. 1899.

[15] Protesta de los socialdemócratas de Rusia. Lenin. 1899

[16] Ibid.

[17] Qué Hacer?. Problemas candentes de nuestro movimiento. Lenin. 1902.

[18] “Así, pues, las huelgas enseñan a los obreros a unirse, les hacen ver que solo unidos pueden sostener la lucha contra los capitalistas, les enseñan a pensar en la lucha de toda la clase obrera contra toda la clase patronal, y contra el gobierno autocrático y policiaco. Por eso, los socialistas llaman a las huelgas “escuela de guerra”, escuela en que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos por la emancipación de todo el pueblo, de todos los trabajadores, del yugo de los funcionarios y del yugo del capital. Pero la “escuela de guerra” no es la guerra misma.” Sobre las huelgas. Lenin 1898.

[19] Qué Hacer.

[20] No es motivo de este breve escrito ver las cuestiones militares. Sin embargo para ver la importancia que Lenin le prestaba al problema militar de la revolución, ver: Trotsky y el Arte de la insurrección. Harold Walter Nelson. Ediciones IPS. Argentina 2017. Por ejemplo cuando toma las lecciones militares de los bolcheviques en 1905. La insurrección de Moscú como ampliación de la revolución, el paso de lógica necesaria de una huelga general revolucionaria, que es a la vez ampliación y transformación de la revolución (nuevas tácticas para las barricadas con destacamentos obreros armados enfrentados con el ejército). “Los bolcheviques proponían que el Congreso (IV) resolviera que la insurrección armada era un paso deseado y necesario en la revolución triunfante, y que su importancia era mayor que la de la huelga general. La insurrección armada sería decisiva…” (Ver Página 92).

[21] Lenin, “Nuestras tareas y el Soviet de Diputados Obreros” (1905).

[22] Más allá de la democracia liberal y el totalitarismo. Claudia Cinatti y Emilio Albamonte.  Revista Estrategia Internacional. http://www.ft.org.ar/estrategia/ei21/EI21TrotskySovietica.htm

[23] Soviet y Partido (II). Matías Maiello. http://www.ips.org.ar/?p=6715


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