La vía chilena al bolsonarismo

Pablo Torres, comité de redacción La Izquierda Diario y editor Ideas de Izquierda.

 

Tras el triunfo de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, diversos debates están cruzando el país desde la derecha hasta la izquierda. ¿Existen los ingredientes de un “cóctel” para un Bolsonaro chileno? ¿Hasta dónde las ideas y fuerzas de la extrema derecha crecen en nuestro país?

El avance de la derecha, y una extrema derecha que empieza a crecer

Un amplio sector de la derecha chilena, dentro y fuera de Chile Vamos, salió a festejar el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil. Ya sea por su identificación “económica” (Piñera); por su desenfrenado pinochetismo (José Antonio Kast); su conservadurismo evangelista (la nueva “bancada evangélica”) o su intento de ocupar un nuevo espacio creciente (Jaqueline Van Rysselberghe), lo cierto es que en una gran mayoría diversos derechistas compartieron la “derrota de la izquierda” a manos de un ex militar auspiciado por los golpistas en Brasil. Algunos incluso aúpan una gran peregrinación de diputados al país vecino a saludar al “Mesías”.

Sus efectos en el país no han sido solo ayudando a una cierta derechización del clima social y político que intenta consolidar el Gobierno (ahí tenemos Aula Segura) y Chile Vamos para pasar a la etapa de las “reformas”, sino una creciente “bolsonarización” de un sector de la derecha que ve cada vez más redituable electoral y políticamente hablar sin complejos. No obstante, no sin crisis en la misma coalición y en el propio Gobierno de Piñera donde, ante el anhelado intento de éste de mostrar una nueva “centro-derecha social”. Si por ahora pervive de forma contenida una convivencia pacífica en el oficialismo, puede preparar nuevas crisis en el sector, debates que ya han saltado al ruedo ante discrepancias con la agenda “valórica” (aborto, ley de identidad de género), y puede dar pasos a nuevas grietas de debilitarse la coalición oficialista. Si “liberales” y “conservadores” en la derecha empezó a ser un debate recurrente ante el intento de Piñera de tomar medidas que guiñan al liberalismo (el reconocimiento de Daniela Vega por ejemplo), el fenómeno Bolsonaro si por ahora fortalece la ofensiva de la derecha, puede traer más que un crujido en la coalición gobernante.

Mientras ahora celebran juntos el paso dado por los golpistas brasileños imponiendo fraudulentamente a Bolsonaro de la mano del poder judicial y el tutelaje de los militares (que negaron el básico derecho del pueblo a elegir en quién votar, proscribiendo a Lula) y buscan ocupar su figura para consolidar un giro a la derecha (en la región y en el país); su falta de hegemonía ante la sociedad, plantea una agenda cargada de contradicciones e inestabilidades, que más temprano que tarde pueden estallar (y reabrir una agria disputa interna que hará más frágil la gobernabilidad).

Por ahora prima la “unidad” de la ofensiva derechista y los réditos al gobierno aumentan. Sin embargo, en perspectiva no todos ellos ganan, y un sector claramente se empieza a fortalecer.

En un escenario nacional donde la derecha está a la ofensiva buscando pasar “reformas” neoliberales (tributaria, previsional) medidas autoritarias (Aula Segura) en el marco de una tendencia bonapartista a fortalecer la “seguridad y el orden” (no es casual que en el presupuesto a la nación para el 2019 este sea el ítem que más recursos contempla), no solo hemos visto algunos pinochetistas que “por arriba” celebran y viajan a Brasil (el Acción Republicana Kast y la UDI Van Rysselbergue), sino que “por abajo” (y en la calle) nuevos sectores se han envalentonado con el resultado en Brasil.

Veamos:

  • Por primera vez en más de 20 años, en la segunda ciudad más numerosa del país como Concepción, la agrupación evangélica y ultra-conservadora “Águilas de Jesús” han llegado por primera vez, junto a la Juventud RN, a la Federación de Estudiantes de la U. Católica de la Santísima de Concepción, nada menos que con el 52% de los votos y arrasando en primera vuelta, en una ciudad donde históricamente “la izquierda” domina las federaciones[1]. Esto se une al fortalecimiento del Gremialismo UDI en su bastión clásico, la Universidad Católica, donde probablemente pueda retornar al gobierno de la FEUC.
  • El pasado 27 de octubre miles se movilizaron en las calles de todo el país en la “Marcha por la Vida” que congregó “contra el aborto y la ideología de género” a lo más granado de los conservadores evangélicos, parlamentarios y figuras de Chile Vamos, Acción Republicana de Kast y varias organizaciones neo-nazis como Movimiento Social Patriota, que juntos en las calles salieron a movilizarse como no se veía en años reuniendo a algunos miles.
  • Ya en julio de este año en una movilización de decenas de miles por el aborto legal, libre, seguro y gratuito, sectores del Movimiento Social Patriota (MSP) apuñalaron a tres feministas al término de la movilización.
  • En el marco del proyecto autoritario Aula Segura, la conformación de la agrupación neo-nazi “Motín Estudiantil” que salió con papelógrafos y rayados afuera de los liceos emblemáticos (donde el gobierno concentra su ataque) atacando al movimiento estudiantil.
  • Esto se suma a los recientes casos en el ejército, de reivindicación abierta a genocidas de la dictadura juzgados por los tribunales, como el caso del general Krassnoff (condenado a más de 600 años por diversos crímenes como asesinatos, torturas y desapariciones) en la Escuela Militar, pero que representan una ofensa abierta auspiciada por nuevos sectores del “partido militar” envalentonados con José Antonio Kast (que obtuvo un 7,99% en las últimas elecciones); a los que se suman la instalación de la “primera bancada evangélica” en el congreso nacional y el peso creciente de la iglesia evangélica en el país, en lo que pareciera ser una capitalización por derecha de la aguda crisis de la iglesia católica.

¿Un cóctel para un bolsonarismo chileno?

En el marco de la ofensiva derechista la extrema derecha nacional se fortalece, buscando nuevos espacios y reductos “vacíos” donde emerger como fuerza gravitante. Por ahora si bien es una minoría, su estado latente busca preparar las condiciones para emerger como mayoría en el futuro. Pero no es lineal su ascenso, pues emerge justamente en momentos de mayores cuestionamientos y movilizaciones por izquierda, como vimos con el “mayo feminista” y la lucha por el derecho al aborto que conmovió todo el continente. Por lo mismo, son condiciones que preparan mayores choques en el futuro más que un lineal ascenso derechista sin resistencias. Que los sectores de extrema derecha y ultra-conservadores estén más a la ofensiva en el momento, y que probablemente impulsen más movilizaciones callejeras, es caldo para un retorno de los fantasmas de la polarización social y política que pueden bloquear una “hegemonía piñerista” y abrir nuevas grietas donde se cuele la lucha de clases. No será “pacífico”, sino más bien, caldo de nuevas crisis.

Según el analista PS Ernesto Águila, están dadas las condiciones y se empiezan a cocer los ingredientes para un “Bolsonaro chileno”. Tiene razón en varios factores:

  • Un fenómeno nacional (e internacional diríamos) de crisis representación política.
  • El aumento de la inmigración (haitiana y colombiana) como caldo de cultivo de un fermento nacionalista.
  • Una mayor demanda por “seguridad”, cuya bandera toma la derecha para hacer de la desigualdad un problema de delincuencia y orden público.
  • El importante y acelerado avance de los ultra-conservadores evangélicos, copando espacios que han sido abandonados por la iglesia católica y partidos de izquierda, principalmente en los sectores populares y marginalizados.
  • Un cierto descontento con la “corrupción de la izquierda” (en nuestro país, los casos Caval o SQM que golpearon agudamente al segundo gobierno de Bachelet y la Nueva Mayoría).

A esto podríamos agregar:

  • Un escenario de creciente ofensiva imperialista en la región con el desestabilizador Donald Trump, y el triunfo de Bolsonaro que corre por toda la región como efecto, y que alienta a una “internacional reaccionaria” a envalentonarse en diversos países de la región y del mundo.
  • Una creciente polarización política, con crisis en viejos partidos tradicionales, expresado en la última elección presidencial con la aparición del Frente Amplio por un lado, y Acción Republicana de José Antonio Kast por el otro. Es parte de una tendencia a la “crisis orgánica” en diversos países, y del hundimiento de los viejos partidos tradicionales.

Límites y posibilidades

Sin embargo, no son todas condiciones para que “ya ahora” emerja una fuerza gravitante como Bolsonaro que pueda cambiar el tablero político nacional de conjunto en Chile. Esto porque:

Aún Chile a diferencia de Brasil o Argentina, está “resistiendo” la tendencia a la crisis económica de los emergentes, y el crecimiento económico no solo permite un “colchón” para políticas gubernamentales y concesiones, sino que tiende a estabilizar a las capas medias y trabajadoras por ahora. Vale decir: no vemos en Chile aun una “crisis social” (con masivo desempleo, recesión económica, inflación), seguida de una crisis económica de magnitud como la que vivió Brasil los últimos años, que llevaron a la crisis no solo del PT de Lula (que hizo una “resistencia” puramente testimonial, sin lucha de clases, mediante métodos electoralistas y puras maniobras parlamentarias de negociación con los golpistas, sino que comandó parte de los “ajustes” en el segundo mandato de Dilma, políticas que desmoralizaron al movimiento de masas) sino que hundió al propio PSDB, el histórico partido de centro-derecha en Brasil. Vale decir, aunque hay descontento de sectores medios con la situación política y económica (aumento de la desigualdad, crítica al “modelo”) no se trata de amplios franjas de masas arruinadas, descontentas y desesperadas ante la situación.

Esto mismo hace a otra cuestión central: aún es inicial en Chile la tendencia a la polarización, pues sin crisis económica y social, la crisis de régimen que vive el país no se transforma abiertamente en “crisis orgánica” que lleve a millones a ver un gran “fracaso” en la empresa neoliberal chilena y buscar en lo inmediato “soluciones de fuerza”.

Ambos factores hoy “contienen” un crecimiento explosivo de un bolsonarismo chileno como algunos ven. Sin embargo, contra la negación inmediata de otros (en particular los analistas de la derecha tradicional) que ven en aquello un “imposible” (más por interés que por realidad), los factores arriba señalados, son caldo de cultivo que junto a otras condiciones (como podría ser una crisis económica) para esa emergencia, que ya sí empezamos a ver. No está claro que la economía pueda ir bien los próximos años, y ya los “cuellos de botella” que observamos en el crecimiento (moderado) junto a las condiciones internacionales “con sesgo a la baja” podrían repercutir drásticamente a un país tan dependiente del mercado internacional como Chile. Tan sólo el factor de la guerra comercial EEUU-China o el aumento de las tasas de interés en EEUU., pueden ser aleteos de mariposa que importen una crisis más temprano que tarde, en el marco de una economía mundial que se debate en la posibilidad de una crisis (ya golpeando fuertemente a emergentes como Turquía, Argentina o el propio Brasil).

Además, porque no solo se trata de la cuestión económica, sino de la propia crisis del régimen político chileno pos-2011 (año de las movilizaciones más grandes desde la dictadura), y de un creciente discurso de la extrema derecha no solo ampliando el campo “contra la ideología de género” sino porque le empiezan a hablar a nuevos sectores populares casi abandonados por la centroizquierda y la izquierda tradicional reformista, los «perdedores» de la globalización, de aquellos que sufren las consecuencias del “modelo” cada vez más atraídos por los discursos securitarios y conservadores, que con una extrema derecha que ensaya un lenguaje “anti-sistémico” empieza a empalmar.

Por último, porque se trata además de una reacción a las movilizaciones y movimientos de los últimos años (primero estudiantil el 2011; luego las tendencias a la radicalización obrera 2013-2015 frenadas por la burocracia y reprimidas por Bachelet; y el creciente movimiento de mujeres como expresó el “mayo feminista” y las movilizaciones por el aborto), que no obstante no ser derrotados, fueron desviados por el reformismo burgués senil del segundo mandato de Bachelet (apoyada por el Partido Comunista y Revolución Democrática) y por las burocracias (como la CUT y la Confech), que abrieron el camino al retroceso de esos movimientos y al triunfo de la derecha.

Posibilidades y límites de desarrollo que están inscritos en el país en el marco de una situación internacional que prepara nuevas sacudidas y un escenario latinoamericano con tendencias hacia las convulsiones sociales y políticas más que al asentamiento de una derecha y extrema derecha que hoy no tiene hegemonía para pasar sus ataques de forma netamente pacífica.

Biblia, bala y neoliberalismo recargado

  • Uno de los sectores más fanáticos del triunfo de Bolsonaro han sido los evangélicos. ¿Cuál es uno de los pilares de su crecimiento? Al factor del avance de las iglesias evangélicas a nivel mundial, y centralmente en América Latina como hemos visto en Brasil (otrora “principal país católico del mundo”), es clave la crisis de la Iglesia Católica en nuestro país abierta con los casos de abuso sexual. No solo se manifestó en una crítica visita del Papa Francisco a inicios de este año, sino que todas las encuestas señalan que está en su peor momento en la historia del país (14% de aprobación solamente). Se trata, contra cualquier balance feliz, de la probabilidad creciente de una capitalización por derecha de esta crisis, por parte de los evangélicos. Esto ya lo estamos observando. Ya formaron en el Congreso su primera “bancada evangélica” (Francesca Muñoz de RN es fundadora del movimiento Águilas de Jesús), ligada a la derecha y a las grandes fortunas[2]. El Ministerio evangélico Águilas de Jesús” que ahora ganó la Federación de la UCSC es un reconocido “bastión evangélico de Kast”, que según ellos hoy congrega a más de 300 jóvenes con presencia en 50 universidades del país. Las iglesias evangélicas se están insertando en diversos sectores como el estudiantil aunque tienen su peso creciente en las poblaciones y sectores marginales incentivando una ideología de la prosperidad aquí en la tierra otorgada por Dios, y defendiendo el “orden natural” disparan un discurso de odio contra las diversidades sexuales, contra el movimiento de mujeres y contra la izquierda. Una especie de conservadurismo valórico ultramontano con un cierto corporativismo social, y donde las fakenews (como aquella de la diputada Camila Flores, que reivindica a Pinochet y que señaló que la Brigada Ramona Parra era una brigada “de exterminio”).
  • El partido militar y de los policías. El homenaje a Krassnoff fue una reivindicación directa del pinochetismo. Uno de los personajes centrales en esa operación en la Escuela Militar fue su director, experto en estrategia militar y formado en Estados Unidos, en la Academia Militar de West Point. Su padre es presidente de la fundación Chile Mi Patria, de defensa del legado de Pinochet, de la dictadura y de los genocidas. Homenaje que se cruzó con otro por esos mismos días: el de funcionarios y uniformados de la PDI, que rindieron homenaje e institucional al torturador, integrante de la CNI y procesado por diversos crímenes de lesa humanidad, Jorge Barraza, alias “el Zambra”, siniestro personaje vinculado a la UDI. Estos homenajes fueron expresión de algo más profundo: la creciente politización de sectores de las FF.AA., con pinochetistas adentro levantando cabeza; y con crecientes organizaciones de militares genocidas y retirados, junto a militares en activo, que apoyaron abiertamente a José Antonio Kast y denuncian a la “centro-derecha” por “gobernar con banderas de izquierda” y no defensa de los militares. El viejo ejército prusiano de inicios del siglo XX, ya en el desarrollo del siglo asumió sin ningún aditamento el adiestramiento y formación militar de Estados Unidos, una presencia que continúa hasta la fecha (como quedó demostrado con la escuela militar de Estados Unidos en la VI región para adiestramiento en “guerrilla urbana”).
  • Los grupos de choques neo-nazis. Si bien no son nuevos y tienen todo un historial en el país, no es casual el resurgimiento en la escena de grupos como el Movimiento Social Patriota (MSP) o el recién creado grupo “Motín Estudiantil” en el movimiento secundario y universitario, con un creciente peso “callejero”: rayados en universidades (como la U. de Concepción, justo el día después del triunf de Bolsonaro en primera vuelta), las barricadas y apuñaladas contra tres mujeres el día de movilizaciones por el derecho al aborto.
  • Donde entra en un consenso abierto el apoyo a Bolsonaro en toda la derecha es en el programa económico ultra-neoliberal (privatizaciones y liberalizaciones a los mercados, apoyo a la inversión extranjera liderada por el imperialismo norteamericano, ataques a las masas con reformas previsionales y laborales). Paulo Guedes, candidato central a ser Ministro de Hacienda de Bolsonaro fue amigo y colaborador de la dictadura de Pinochet (y de José Piñera). No es casualidad que Bolsonaro y Guedes miren la dictadura chilena como un “ejemplo” a seguir, y en particular el odiado sistema de AFP sería fundamental para tomarlo como modelo de la reforma previsional con la cual Bolsonaro (y los golpistas) quieren atacar al movimiento de trabajadores. Se trata de un programa de choque de neoliberalismo recargado, donde el “nacionalismo” transmuta en un “aperturismo” fanático a los capitales imperialistas bajo el comando de Estados Unidos (que busca transformar su fuerza económica en una nueva ofensiva política en la región, contra China que aceleradamente puso sus recursos en la región en la última década).

¿Qué estrategia para enfrentar el avance de la derecha y extrema derecha?

El avance de la derecha en Chile y América Latina, y por donde crecen los sectores de extrema derecha ocupando nuevos espacios, abre todo un desafío a la izquierda revolucionaria en la región y en el país, ante la penetración de estas fuerzas reaccionarias en sectores estudiantiles y populares, y ante el fracaso del progresismo burgués y la izquierda reformista.

Si por un lado, vemos una centroizquierda que temerosa de este avance también se “bolsonariza” pidiendo hablar de “seguridad, orden y crecimiento” (como muchos “arrepentidos” de apoyar a Lula por parte del PS, PPD y PRSD), otro sector busca repetir las viejas fórmulas de un “frente democrático” de colaboración de clases para frenar su avance. Pero esta política lleva solo a nuevas derrotas. No solo porque cuando gobiernan lo hacen junto a los capitalistas y usan sus mecanismos de corrupción (como el PT de Lula en Brasil), sino que como vemos en Brasil, “una vez desplazado del gobierno se ha dedicado a concentrar expectativas, primero en el Poder Judicial y luego en unas elecciones totalmente amañadas”, confiando no en la movilización y lucha de clases de los trabajadores, mujeres y jóvenes, sino puramente en los métodos electorales y maniobras parlamentarias, que le abren el camino a la derecha, como también se ha mostrado en nuestro país.

O bien una estrategia parlamentaria con “movilizaciones de presión” (o hitos) junto a la “batalla cultural”, como ala izquierda de un frente “anti-derecha” junto al progresismo empresarial esperando las próximas elecciones para “ser alternativa de gobierno” (como quiere el Frente Amplio y el PC), y no en función de ganar en la lucha de clases y en las calles, el verdadero escenario donde se decide la relación de fuerzas y si lograra o no asentarse esta ofensiva derechista. Así, dejan pasar los ataques buscando recuperar “cuando sean gobierno” desmoralizando de forma creciente al movimiento de masas por donde irrumpe la fuerza derechista.

Para superar por izquierda el fracaso del progresismo burgués y el reformismo, “viejo y nuevo”, se requiere una estrategia que ponga su fuerza política, electoral y parlamentaria al servicio de la lucha de clases y de la movilización extra-parlamentaria, que sea capaz de enfrentar la “contención” de las burocracias para desarrollar la movilización de trabajadores, jóvenes y mujeres, y que ganando peso en fábricas, escuelas, universidades y calles, se proponga el frente único de los trabajadores y la alianza con los oprimidos para enfrentar a la derecha y sus planes capitalistas, con un programa obrero y anticapitalista.

NOTAS

[1] De Concepción hay dos diputados de la bancada evangélica. José Antonio Kast obtuvo 44.000 votos en la región en la primera vuelta, y de ahí también es oriunda la senadora y presidenta UDI J. Van Rysselberghe, las más fanáticas pro-Bolsonaro.

[2] Eduardo Durán, máxima autoridad de la Catedral Evangélica de Santiago, tiene, según una investigación de la Brigada de Delitos de avado de activos de la PDI, un patrimonio que consta de 8 vehículos y 12 propiedades, patrimonio y enriquecimiento personal que empezó a construirse recién siendo pastor el año 2003, con los ingresos de la iglesia y los fieles. Fue parte del consejo asesor de Piñera en su campaña y está ligado a grandes negocios, pues la iglesia invierte en las principales empresas del país que cotizan en el IPSA.


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