El Frente Amplio ante el dilema de Venezuela

Por: Fabián Puelma. Dirigente Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR)

 

La autoproclamación de Guaidó abrió un nuevo capítulo en la crisis de Venezuela marcado por un salto en la injerencia norteamericana en la región. Este fue uno de los principales debates a nivel nacional, empujando a las distintas organizaciones del Frente Amplio a definirse.

 

Venezuela se ha puesto en el centro del debate político, tanto a nivel internacional como en la escena nacional. Juan Guaidó, la nueva promesa de Voluntad Popular (partido derechista dirigido por Leopoldo López), se autoproclamó “presidente encargado” de Venezuela. Pocos minutos después del anuncio, en un movimiento meticulosamente preparado y coordinado, la administración de Trump lo reconoció formalmente como nuevo presidente. Siguiendo con el libreto, Bolsonaro, Piñera, Macri y otros gobiernos de derecha de la región, cumplieron con su parte y corrieron servilmente detrás de Trump, reconociendo al nuevo “presidente encargado” y desconociendo al gobierno de Maduro.

Este nuevo capítulo de la crisis política en Venezuela constituye un salto en la injerencia imperialista y el golpismo en Latinoamérica. No es un secreto para nadie: detrás de la jugada está el gobierno de Trump. Como indica APNews, durante diciembre del año pasado, Juan Guaidó realizó viajes secretos a EE.UU, Brasil y Colombia, manteniendo comunicaciones permanentes con intermediarios de esos gobiernos.

Lejos de reducirse a brindar apoyo diplomático a la oposición en Venezuela, EE.UU ha decidido involucrarse directamente en la ofensiva. Tan es así, que The Guardian y la revista Foreign Affairs han tenido que reconocer que se trata de una apuesta riesgosa. Si la jugada no logra derrocar a Maduro y EE.UU se entrampa en un conflicto sin solución a la vista, puede significar un duro revés para el gobierno de Trump, en un momento en donde el magnate sufrió su primera derrota en su pulseada con el Congreso por la cuestión del muro con México.

Pero lo cierto es que EE.UU ha centrado nuevamente sus ojos en Latinoamérica, apoyándose en los gobiernos de derecha del Continente, quienes se han expuesto sin pudor como obedientes títeres de un pirómano ultraderechista, racista y misógino. Trump no guarda las apariencias, y su gobierno ha designado al «neocon» Elliott Abrams para dirigir su política en Venezuela, quien durante el gobierno de Reagan no sólo sostuvo a sangrientos dictadores en Honduras, Guatemala y El Salvador, sino que estuvo involucrado en operaciones ilegales para armar a los contras en Nicaragua.

Es imposible saber de antemano si la ofensiva golpista de EE.UU, en alianza con la derecha venezolana y los gobiernos derechistas de la región, tendrá éxito, pero lo que es seguro es que tienen una estrategia y un programa claro y radical. Formar un gobierno paralelo sostenido desde el extranjero, con el objetivo de quebrar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (que es prácticamente el único sostén del régimen chavista), derrocar a Maduro e instaurar un gobierno abiertamente pro imperialista para imponer una política económica neoliberal de shock, de privatizaciones y entrega de las riquezas nacionales.

 

¿Cuál es la respuesta del Frente Amplio?

 

Venezuela se ha transformado en uno de los tópicos políticos gravitantes en la política chilena. Se trata de uno de los caballitos de batalla preferidos de Piñera y el ministro de Relaciones Exteriores Roberto Ampuero, quienes se ubican como verdaderos voceros de Trump en el cono sur. Su hipócrita discurso sobre la “democracia” y los “derechos humanos” es acompañado por todos los principales medios de comunicación. Por otra parte, no hay que olvidar que Chile ocupa el tercer lugar en cuanto a ingresos de venezolanos a nivel sudamericano, lo que amplifica el impacto de masas de este debate.

El fracaso del chavismo y la catástrofe económica y social de Venezuela es inocultable. Nicolás Maduro, mientras profundiza una política de ajuste y ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador en Venezuela, avanza cada vez más en instaurar un régimen bonapartista reaccionario y represivo, facilitando la demagogia de la derecha. Por lo mismo, la palabra Venezuela se ha transformado en un dolor de cabeza para un sector importante de la izquierda chilena.

Este dilema se expresó en los distintos pronunciamientos de las organizaciones del Frente Amplio ante la autoproclamación de Guaidó. Mientras EE.UU movía decididamente las piezas en el tablero y Piñera se alineaba como uno de sus peones, la Mesa Nacional del Frente Amplio hacía un llamado “al gobierno de Chile a colaborar en una salida a esta situación centrada en el diálogo político y no en la violencia”. Su única denuncia a Piñera era constatar que el gobierno “sostiene una posición contraria al principio de autodeterminación de los pueblos y de no intervención internacional”. Vaya forma de denunciar al golpismo y la injerencia imperialista.

¿Esto se debe a que la declaración fue producto de un compromiso mínimo de todas las fuerzas del Frente Amplio? Ni siquiera. El Partido Liberal anunció públicamente que no suscribía al documento, puesto que no se pronunciaba a favor de la salida de Maduro y la ilegitimidad de su gobierno. Mientras que su diputado Vlado Mirosevic twiteaba que “para mí es un placer y un orgullo recibir las críticas de fanáticos de derecha e izquierda por de defender -sin doble estándar- las libertades y los DDHH”, el Partido Liberal se abstenía de criticar el reconocimiento a Guaidó como presidente encargado. Así, se alinearon en los hechos con la posición de Ricardo Lagos y el PPD.

Revolución Democrática se ubicó en el centro, sosteniendo que la autoproclamación de Guaidó era contraria a derecho y no aportaba a una salida “pacífica y democrática” a la crisis, a la par que llamaban a la comunidad internacional a impulsar un diálogo que abarcara a todas las partes, incluyendo a Maduro, aunque figuras como Giorgio Jackson cuestionaron la legitimidad de su gobierno.

Movimiento Autonomista y el agrupamiento que impulsa con otras organizaciones (Convergencia), se diferenciaron al plantear que “no tenemos dudas de la legitimidad de la elección del gobierno de Maduro”. A la par que denunciaban el intervencionismo que implica el reconocimiento de Guaidó, defendiendo el principio de autodeterminación, también hicieron un «llamado al gobierno de Chile a colaborar en una salida a esta situación centrada en el diálogo político, de la mano de propuestas de mediación como para la que se ha ofrecido el Presidente de México López Obrador”. Por otra parte, la diputada Camila Rojas del partido Comunes (Izquierda Autónoma y Poder), planteaba en su cuenta de twitter que «Uruguay, México y la UE llaman al diálogo, única salida razonable”. Pero debemos ser claros, más allá de las palabras de buena crianza, una mediación de este tipo sólo equivaldría a una salida pactada con el imperialismo, que nada favorable puede ofrecer a los trabajadores y los sectores populares en Venezuela.

Como decíamos, EE.UU y la derecha continental tiene una estrategia y un programa claro, que es un verdadero plan de guerra. Ante esto el Frente Amplio responde con mediación y diálogo. A una derecha “setentista”, le ofrecen una izquierda “noventera”, al igual como lo hacen frente a Piñera y el ultraderechista Kast. Pero no se trata sólo de que el camino que ofrecen es totalmente utópico. Sino que su política se termina subordinando a alguno de los bandos. Mientras unos caen en el juego del imperialismo, otros no tienen ninguna alternativa que ofrecer al fracaso del chavismo, y son los trabajadores y el pueblo quienes lo están cargando sobre sus hombros.

 

Por una respuesta socialista y revolucionaria

 

La encrucijada por la que atraviesa Venezuela requiere respuestas categóricas. Hay que denunciar claramente la intentona golpista impulsada directamente por imperialismo norteamericano junto a los gobiernos de derecha serviles a Trump, planteando que la autoproclamación de Guaidó y su reconocimiento como presidente encargado constituye un intervencionismo y violación directa de la soberanía de Venezuela.

Pero a diferencia de la izquierda referenciada en Chávez, que en Chile tiene al Partido Comunista a la cabeza, sabemos que no será de la mano del régimen chavista y del gobierno de Maduro que se podrá enfrentar esta ofensiva imperialista. Maduro no sólo es responsable de la catástrofe económica y social que atraviesa Venezuela. Sino que el chavismo es responsable de la desmoralización y decepción de amplios sectores populares, haciendo pasar por “socialismo” un régimen que pacta con las multinacionales (a través de empresas mixtas en petróleo y minería); que favorece a los grandes empresarios nacionales y de la llamada “boliburguesía” militar y civil; con gobiernos que pagan puntualmente la deuda externa; que toman medidas contra los trabajadores como la eliminación de la vigencia de los convenios colectivos de trabajo. Un régimen de poder personal, basado en la cooptación y estatización de las organizaciones obreras y populares, y que descansa en las Fuerzas Armadas como pilar de su poder, no tiene nada que ver con el socialismo.

No hay soluciones fáciles para la actual situación, por lo mismo se vuelve ineludible plantear claramente un programa y una estrategia para que sean los trabajadores y los sectores populares quienes impulsen una salida independiente a la crisis, partiendo por un camino democrático para decidir sobre todos los problemas vitales, como es luchar por una Asamblea Nacional Constituyente, que sea verdaderamente Libre y Soberana (y no una herramienta servil al gobierno de Maduro como la convocada de manera fraudulenta durante 2017), y que sea impuesta con la movilización combativa, así como imponer un programa obrero de emergencia, con el objetivo de que sean los propios trabajadores quienes gobiernen y den pie a una profunda reorganización anticapitalista que dé satisfacción a las apremiantes necesidades populares.


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