Reseñas y comentarios de libros: Peter DeShazo Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902-1927

 

Por Vicente Mellado Carrasco

En este breve artículo pretendo realizar una reseña a la obra de Peter DeShazo, Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902-1927. Su edición original en inglés se titula, Urban Workers and Labor Unions in Chile, 1902-1907 y fue publicada en 1983 por la Universidad de Wisconsin. La traducción al español le correspondió a Pablo Larach. Fue publicado por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos en 2007, contiene 390 páginas, además de planos, gráficos, y anexos estadísticos.

Este libro se ha convertido en una obra clásica de la Historia Social de Chile y constituye una lectura obligada para aquellos que quieran conocer la historia del movimiento obrero chileno de principios del siglo XX. Logró aportar con una temática no estudiada por la historiografía hasta ese momento, como es el hecho de tratar por primera vez el rol del anarquismo en la organización del movimiento obrero chileno, otorgándole un rol protagónico y positivo en su actuar. Publicada por primera vez en 1977 como tesis doctoral por la Universidad de Wisconsin, tiene sus antecedentes en la tesis de magíster realizada en 1973, titulada The Industrial Workers of the World in Chile, 1917-1927. También debe tenerse en consideración el artículo acerca de la huelga de Valparaíso de 1903, titulado The Valparaíso Maritime Strike of 1903 and the Development of a Revolutionary Labor Movement in Chile, publicado en mayo de 1979, en el Journal of Latin American Studies, vol. 11, por la Cambridge University Press.

El estudio de esta obra trata acerca de la clase obrera de las ciudades de Santiago y Valparaíso, y de sus respectivos sindicatos. El período abarca desde 1902, con la primera huelga realizada por una sociedad de resistencia, y finaliza en 1927 con la dictadura del coronel Carlos Ibáñez del Campo, que reprimirá al movimiento obrero organizado.

La tesis central de la obra es que los trabajadores urbanos de las ciudades de Valparaíso y Santiago, constituyeron el motor dinamizador del movimiento obrero organizado en Chile durante las primeras tres décadas del siglo XX, no así las organizaciones mineras del Norte salitrero. De esta manera, la organización de los sindicatos le correspondió a los anarquistas, quienes impulsaron y levantaron a las asociaciones obreras más dinámicas: las sociedades de resistencia. Según el autor, los anarcosindicalistas probaron ser el elemento más dinámico y exitoso de la clase obrera durante el período 1902-1927, debido a cuatro razones fundamentales: dirigieron el mayor número de huelgas; fueron los que lograron extraer las mayores concesiones a los patrones; construyeron la más perdurable organización obrera (materializadas en las federaciones y sociedades de resistencia); y por último, sintetizando lo anterior, fueron los pioneros en el surgimiento del movimiento sindical en Chile.

Los objetivos que se trazó el autor fue poner en cuestión las tesis que habían sido elaboradas desde los años 50’ y que se mantuvieron de manera firme, por los historiadores Marcelo Segall, Julio César Jobet, Hernán Ramírez Necochea, Fernando Ortiz Letelier y Luis Vitale, pertenecientes a la corriente marxista clásica chilena. Estas otorgaron un rol protagónico al proletariado minero del norte salitrero, así como a la expresión política a la que dieron origen: el socialismo y comunismo. La primera tesis sostuvo que los trabajadores salitreros, se radicalizaron en vista de las duras condiciones de trabajo y explotación que padecían, constituyendo sindicatos clasistas combativos, para ubicarse como la vanguardia del movimiento obrero en Chile. Al respecto, DeShazo realizó un quiebre historiográfico al trasladar el foco geográfico de atención del origen del sindicalismo combativo a las zonas urbanas de Santiago y Valparaíso. La segunda tesis de los marxistas clásicos fue la creencia de que la Federación Obrera de Chile (FOCh), fundada en 1909, se constituyó como la central sindical más importante de Chile entre 1917 y 1927, siendo la fundación del Partido Obrero Socialista (POS) en 1912 en la ciudad norteña de Iquique, el indicador fehaciente de la maduración de la conciencia de clase de los obreros chilenos, que posteriormente seguirían al Partido Comunista (PC) fundado en enero de 1922. De esta manera, la FOCh y el PC se consolidarían como las dos fuerzas claves de la clase obrera durante los años 20’. Por el contrario, DeShazo  llegó a la conclusión de que las sociedades de resistencia, caracterizadas por su descentralización, independencia de clase, antiburocráticas, y antipartidistas, habrían sido la vanguardia del movimiento obrero, organizados por los anarcosindicalistas. Por su parte, la FOCh y el PC solamente tuvieron una influencia relativa en las zonas del carbón, el salitre y una escasa presencia en Santiago y Valparaíso, donde la hegemonía indiscutida fue la de los ácratas.

El autor se centró en un minucioso análisis de los sindicatos, en su origen, composición social, en los distintos oficios de los trabajadores, en el comportamiento de estos en las huelgas, tomando el factor económico como un marco contextual que permite explicar los momentos de expansión y declive del sindicalismo. En este sentido, durante los períodos de bonanza económica es cuando se generan las mejores condiciones de auge organizativo de los sindicatos, por el contrario, en momentos de contracción económica, las sociedades de resistencia se disolvían con facilidad, dificultándose la capacidad de respuesta de los obreros frente a los embates de los empleadores, el Estado y la crisis.  Allí reside gran parte de la riqueza de la obra.

Debe considerarse el hecho de que DeShazo está más cercano a la línea historiográfica de Alan Angell[1] y James O. Morris[2] que de la Historia Social Inglesa de Erich Hobsbawm y Edward Palmer Thompson.

Esto se refleja en el diagnóstico que realiza DeShazo respecto a las consecuencias políticas que trajo para el movimiento obrero chileno el establecimiento de la legislación social a partir de 1924. Estas leyes laborales (consolidadas en el Código del Trabajo de 1931), sentaron las bases de un sistema de relaciones industriales, que durante los años 30’, en lugar de privilegiar la negociación colectiva con los patrones, los objetivos fundamentales de los sindicatos serán lograr una asociación política electoral con los partidos políticos de izquierda. De este modo, DeShazo enfatiza en la pérdida de autonomía política que sufrieron los sindicatos de ahí en adelante. Similar afirmación establece Alan Angell, al intentar explicar por qué el movimiento obrero en Chile ha desarrollado lealtades políticas fuertes y radicales, donde cree encontrar la respuesta en los efectos de las leyes laborales, la intransigencia patronal y el rol del Estado, que se combinaron para debilitar la posición de los sindicatos en relación con la negociación colectiva, obligándolos a buscar aliados en los partidos políticos de izquierda marxista (PC y PS) y de centro (PR y DC). Respecto a James O. Morris, este realiza un estudio de las relaciones industriales en Chile bajo la óptica de la sociología industrial norteamericana, poniendo énfasis en el aporte que realizaron los intelectuales y algunos sectores más progresistas al interior de los partidos de la oligarquía.

Efectivamente, tanto DeShazo como los dos autores mencionados, realizaron investigaciones que bordearon o se centraron en una problemática fundamental en el Chile de los años 60’ y 70’ como es el origen, establecimiento e impacto del moderno sistema de relaciones industriales en la orgánica de la clase obrera. Sus estudios intentaron explicar el porqué de la politización de los trabajadores a partir de los años 30’, y el aumento gradual de las huelgas, que entre 1966 y 1973 alcanzaran índices históricos.

Además, DeShazo establece la particularidad del caso chileno en cuanto al fenómeno del sindicalismo, diferenciándolo del desarrollo que siguieron países como Argentina y Brasil. Si bien el anarquismo también fue la fuerza motriz que impulsó el sindicalismo en estos países, debe advertirse que dichas raíces organizativas descansaron sobre la base de las inmigraciones de anarquistas provenientes desde Europa, los que imprimieron un sesgo ideológico bien marcado a la orientación de los movimientos ácratas de los dos gigantes sudamericanos. En cambio, en Chile el anarcosindicalismo poseyó raíces vernáculas, originado en obreros mestizos, que mostraron una homogeneidad étnica, y un lenguaje e historias comunes, a diferencia de la dificultosa relación que se dio muchas veces entre los inmigrantes europeos y los habitantes nativos de Argentina, o la relación con los afroamericanos en Brasil. El anarquismo chileno gozó de la particularidad de no tener un nivel ideológico tan contestatario como sus pares latinoamericanos (boicot de elecciones, atentados individuales recurrentes, etc), orientándose principalmente a demandas que apuntaron al sustento diario. Según el autor, la misma carencia de organizadores inmigrantes, permitió a los sindicatos chilenos no ser desarticulados como ocurría en los otros dos países latinoamericanos, donde el encarcelamiento y deportación de sus dirigentes traía como consecuencia la decapitación de importantes sindicatos.

No obstante, puedo establecer algunos comentarios críticos respecto a la tesis de la obra. El autor estableció una igualación sociológica entre las sociedades de resistencia y los anarquistas, es decir, dichas asociaciones laborales fueron identificadas de por sí como dirigidas por anarquistas. Esto permitió concluir a DeShazo que cada huelga organizada por una sociedad de resistencia o una federación —2/3 del total de huelgas minuciosamente registradas—, fue dirigida por los ácratas.

Al respecto, Sergio Grez, en su obra[3] acerca de los anarquistas y el movimiento obrero en Chile, logró evidenciar que desde 1905 las sociedades de resistencia presentaron una heterogeneidad política en su interior, desmitificando el paradigma establecido por DeShazo de que fueron los anarquistas el motor del sindicalismo en Chile. Algo similar afirmó Jorge Rojas Flores[4], quince años antes, en su obra La dictadura de Ibáñez y los sindicatos; en donde cuestiona la tesis levantada por DeShazo, al no explicar la facilidad con que se diluyó la corriente anarcosindicalista una vez que se extendió el sistema legal de relaciones industriales. Además, Rojas criticó el poco rigor utilizado por el historiador norteamericano al momento de cuantificar el peso del anarquismo en los sindicatos en huelga, ya que contabilizó a una gran cantidad de gremios que no se definieron como anarcosindicalistas y que todavía eran neutrales ideológicamente.

No obstante, quiero reiterar que pese a sus debilidades y puntos críticos, la obra de DeShazo constituye una elaboración magnífica y una lectura obligada para cualquiera persona que busque conocer la historia de los trabajadores de Chile del periodo de la Cuestión Social.

[1] Angell, Alan. Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, editorial ERA, México, 1974. Edición original inglesa: Politics and Labour Movement in Chile, Oxford University Press, london-New Yprk, 1972.

[2] Morris, O. James. Las Elites, los intelectuales y el consenso. Estudio de la cuestión social y del sistema de relaciones industriales de Chile, INSORA, Ed. Pacífico, 1967. Edición original en inglés: Elites, Intellectuals and Concensus. A Study of the Social Question an the Industrial Relation System in Chile, Cornell University Press, Ithaca, New York, 1966.

[3] Grez, Sergio. Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de la Idea. 1893-1915. Santiago, Lom ediciones, 2007.

[4] Rojas Flores, Jorge, La dictadura de Ibáñez y los sindicatos (1927-1931), Santiago, DIBAM – Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1993. Versión electrónica: http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/rojasfj/rojasfj0001.pdf


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