La disyuntiva estratégica del movimiento estudiantil y la vigencia de su lucha

Hoy el movimiento estudiantil parece estar en un estado de reposo (impuesto y forzado)1: es decir, de renuncia a sus objetivos históricos. Pero no está derrotado. Por lo mismo se abre una discusión, más actual y presente que nunca, respecto a los balances y perspectivas de este movimiento y la actualidad de su lucha. En este artículo buscamos profundizar en estas cuestiones y en estos debates.

Dauno Totoro

La situación del estudiantado y el modelo educativo

En Chile se vivió una explosión de la matrícula en educación superior, tanto universitaria como técnica, principalmente luego de la aparición del Crédito con Aval del Estado (CAE), una política que se pensó para expandir enormemente la matrícula y llegar a “nuevos sectores” que hasta ese momento estaban fuera del sistema educativo universitario o de formación técnica superior, integrando fundamentalmente a hijos e hijas de familias trabajadoras.

Esto llevó a que el año pasado el sistema tuviese una cantidad total de 1.162.306 matriculados, cuando el año 2005, un año antes de que el CAE comenzara a operar, la matrícula total del sector llegaba a los 636.679 estudiantes. Es decir, en 12 años, la cantidad de estudiantes casi se duplicó.

Claramente esto hizo que se diversificara tremendamente el sector social que entendemos como “estudiantado”, y por lo tanto, también el movimiento estudiantil entendido como el estudiantado organizado a través de mecanismos propios y en función de objetivos, ya sean políticos o exclusivamente gremiales. Aumentó considerablemente la participación en las Instituciones de Educación Superior de “las y los hijos e hijas de la clase trabajadora”. Se hizo más poroso el estudiantado. Así, se reafirmó una definición clásica del marxismo donde se parte de la base de que el estudiantado, y por lo tanto, el movimiento estudiantil, en las sociedades capitalistas –neoliberales- es heterogéneo, con diversos intereses, inquietudes y procedencias: y más particularmente con el salto exponencial de la matrícula producido desde el 2006 hasta el 2017. En ese sentido, esa misma heterogeneidad lo hace “sensible” a los más diversos intereses, aspiraciones y conflictos de las dos clases sociales fundamentales, de ahí que se la haya definido como una “caja de resonancia.” de las contradicciones de la sociedad de clases. Todos son parte de instituciones de educación superior, las cuales están diseñadas y puestas al servicio del mercado en este modelo neoliberal, y por lo tanto, de la ganancia de los grandes empresarios, su sistema de valores y sus reglas. Pero, “…no podemos sólo partir de consideraciones económicas, es decir, de si las instituciones universitarias son plenamente funcionales a la reproducción del capital (…) aunque este es un elemento clave, no podemos dejar de lado la incidencia de la lucha de clases que condiciona las opciones y las políticas de los capitalistas. Un elemento a tomar es la conciencia y el nivel de politización del movimiento estudiantil, cuya relación con la institución universitaria no es mecánica.”2

Así, dentro de un “mismo movimiento” podríamos encontrarnos con jóvenes provenientes de una segunda o tercera generación de profesionales, incluso hijos de empresarios con una perspectiva “progresista”, y también a los ya mencionados hijos e hijas de la clase trabajadora, estos particularmente presentes en las instituciones técnicas, y como parte fundamental del movimiento secundario que estalló desde el 2006 con el Pingüinazo y jugó un rol protagónico el año 2011.

Aquí entramos en otro punto importante del desarrollo del sistema educativo mercantil en Chile: la tendencia al crecimiento de la matrícula no fue planificada. Es decir, no tenía un correlato con el desarrollo del campo laboral para las y los jóvenes que ingresaban como primera generación al sistema de educación superior, con todo un discurso de “meritocracia” y de “superación individual” integrado3, que finalmente terminó chocando una y otra vez con la estructura productiva y social del capitalismo y el neoliberalismo en Chile y todas sus consecuentes frustraciones.

A su vez, mientras se ampliaba la matrícula, esta profundizaba una fuerte segregación al interior del propio estudiantado. Las carreras relacionadas con materias “públicas”, de dirección, con mayor financiamiento y de mayor peso político fueron y son copadas por jóvenes procedentes de los “primeros quintiles”, de la burguesía. Y las carreras técnicas fueron llenándose con las y los hijos de la clase trabajadora. A los empresarios se les enseña a dirigir, a los trabajadores a ejecutar y obedecer. Lo propio ocurre en el terreno de la segregación por género, donde las carreras relacionadas con el “cuidado” y la “crianza” (enfermería o la mayoría de las pedagogías) son destinadas fundamentalmente a mujeres, y la presencia de las mismas en carreras relacionadas con la dirección de lo público y lo privado (Derecho, ingenierías, etc) es mucho menor en comparación con la de los hombres.

Un ejemplo muy claro de esta situación de segregación lo vemos en la investigación desarrollada por el Programa para las Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD): Desiguales, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, donde vemos que los 50 apellidos con mayor porcentaje de profesionales de prestigio (el estudio considera en esta materia a ingenieros, abogados y médicos) son apellidos tradicionales del gran empresariado nacional, fundamentalmente de ascendencia europea (Matte, Campbell, Moore, Neumann, Moller, Irarrázabal, etc) y por otro lado, los 50 apellidos donde no hay un solo “profesional de prestigio” son prácticamente todos apellidos indígenas, especialmente de proveniencia mapuche, tales como Aillapan, Mariman, Chauque, Huenulef, Melinao, Lincopi, etc4.

Por otra parte, esta apertura de la matrícula conllevó un aumento sostenido a niveles nunca antes visto del endeudamiento de las familias para que sus hijos pudiesen estudiar. Así, si el 2005 la cantidad de estudiantes endeudados era de 270 mil, 10 años después esta cifra había alcanzado los 700 mil, el 85% relacionado con la deuda referente al CAE, y hacia el año 2018 la cantidad de endeudados superaba los 800 mil, que hasta el 2016 sumaban una deuda total de 3,44 billones de pesos. Por su lado, los bancos hicieron un enorme negocio con este crédito, ya que desde mayo del 2005 según un estudio de la Fundación Sol, han recibido 4,7 billones de pesos de parte del Estado, principalmente a modo de compra de los créditos, porcentaje que llega al 52,7%. Cinco son las casas crediticias que se han adjudicado el 95% de las carteras CAE: Scotiabank, CorpBanca, Banco Estado, Itaú y BCI. De hecho el año 2016, el Estado, a través del presupuesto de educación en el segundo gobierno de Bachelet, destinó 600 mil millones de pesos para el funcionamiento del crédito, lo que totalizó un 35,2% de dicho presupuesto, contra el 29,5% que se utilizó para el financiamiento a la beca de gratuidad, uno de los “proyectos estrella” de la administración bacheletista.

Otra cara de este crecimiento exponencial de la matrícula es el aumento sustantivo de la matrícula en instituciones privadas de educación superior, y por lo tanto, de las ganancias de los empresarios propietarios de dichas instituciones. Si nos referimos exclusivamente al CAE, las instituciones privadas que recibieron dinero por esta vía en 2015 ganaron un total de 273 mil millones de pesos, totalizando el 65,6% de los fondos repartidos por este crédito. Sólo ese año, la Universidad Andrés Bello recibió 40 mil millones por esa vía.

El desarrollo de la educación de mercado, mediante el rol subsidiario del Estado y la modernización crediticia con el nuevo papel que comenzaron a cumplir los bancos privados desde el 2006, implicó un cambio profundo en el sistema educativo, que se configuró como uno de los principales pilares de la acumulación capitalista en Chile. De hecho, el año 2009 las ganancias del negocio educativo fuero más de 5.000 millones de dólares, superando al sector farmacéutico ($1.700 millones) y a la industria del salmón ($2.000 millones). Los ingresos totales siguieron aumentando, y el año 2011 llegaron a totalizar un monto de 5.587 millones de pesos. Luego del remezón estudiantil del 2011 la tendencia se mantuvo al alza, y sólo en excedentes las en ese entonces 57 universidades, obtuvieron 308.823.429 dólares.

El tremendo aumento de la matrícula y de la ganancia de las instituciones privadas, y por tanto de los empresarios de la educación, se desarrolló de la mano de un proceso de abandono del Estado hacia las instituciones públicas (es decir de propiedad estatal). Para entregar un ejemplo: en 1990 en 83% de los recursos estatales eran destinados a financiar las instituciones, cuestión que cambió radicalmente mediante la profundización del modelo del Estado subsidiario instalado por la dictadura militar y administrado y perfeccionado por los gobiernos de la derecha, Concertación y Nueva Mayoría, llegando al día de hoy a un 71% de financiamiento destinado a conceptos de créditos y becas y sólo un 29% a las instituciones. Esto se traduce finalmente en que sólo un 8% de los recursos fiscales destinados a educación superior en Chile son utilizados en fondos de libre disposición para la contribución de la producción libre de docencia, investigación y extensión por parte de las instituciones públicas estatales.

Así, en los últimos años, el crecimiento promedio de la matrícula de las universidades estatales bordea un 0,8% mientras que las universidades privadas fuera del CRUCH alcanzan un 3,7% de crecimiento, cifras que se disparan hasta un 9,1% y un 4,6% en caso de los Institutos Profesionales (IP) y los Centros de Formación Técnica (CFT), respectivamente.

La enorme cantidad de estudiantes que ingresan al sistema educativo se vieron y se ven obligados a ingresar a instituciones privadas, fundamentalmente mediante un alto endeudamiento, en casas de estudios y carreras de muy dudosa calidad, y que están sujetas a los designios del mercado y de las ganancias de los dueños de dichas instituciones, llegando a casos cada vez más recurrentes de cierre de planteles educativos, como los casos de la Universidad del Mar, de la Universidad ARCIS, y actualmente con el cierre de la Universidad Iberoamericana, donde las y los docentes y funcionarios son tirados a la calle, mientras la incertidumbre se apodera de las familias de las y los estudiantes, porque el Estado no se hace cargo y sigue imperando el negocio educativo.

De hecho, sólo un 4,9% de la matrícula de la educación superior está en instituciones laicas del CRUCH, mientras que las Universidades privadas representan el 29% de la misma, los IP un 31% y los CFT un 11,6%.

El fenómeno del 2011: sus consecuencias y las lecciones a sacar

En ese escenario, con un crecimiento sostenido de la matrícula en base al endeudamiento y a que los estudiantes eran arrojados a estudiar en carreras de bajísima calidad en las garras de los vaivenes del mercado educativo, con una fuerte segregación por clase y género y sin un campo laboral claro, es que estalló la lucha estudiantil del año 2011 que abriría paso a una serie de fenómenos políticos que tienen repercusión hasta el día de hoy.

Fueron cerca de 6 meses donde estudiantes universitarios y secundarios se tomaron la agenda política nacional, mediante paros y tomas prolongadas, marchas masivas (las más concurridas desde el fin de la dictadura militar), lucha callejera en enfrentamiento con la policía, acciones creativas como las 1800 horas por la educación, y un sinnúmero de iniciativas que pusieron en la palestra el debate educativo.

El estallido estudiantil dice relación, por un lado, con la profunda crisis educativa, la permanente crisis de la educación de mercado, y por otro, porque los principales partidos políticos que funcionaban como una fuerte “mediación” entre las clases y el Estado, venían entrando en una profunda crisis política y social que hasta el día de hoy no se cierra, y que una de sus primeras expresiones fue la derrota electoral de la Concertación frente a la derecha de Sebastián Piñera.

Así, emergió un movimiento dinámico y heterogéneo, que no pudo ser controlado por el Partido Comunista que en ese momento dirigía la gran mayoría de las Federaciones universitarias, y que llegó a superar los límites impuestos por las direcciones, tanto en los métodos de lucha (tomas y paros prolongados, enfrentamiento con la policía), como por el contenido de la lucha, al emerger con una fuerza inusitada la demanda por una educación gratuita universal, consigna que era impensada hacia el año 2010, y que contrastaba con las demandas y el programa del Partido Comunista y de las organizaciones que años más tardes conformarían el Frente Amplio: fin al lucro y aumento de los aportes fiscales directos a las instituciones estatales.

Actualmente algunas voces, desde el periodismo y la política, plantean que el movimiento feminista en las Universidades, que ha estallado cuestionando la violencia machista al interior de las mismas, es una superación de la lucha estudiantil del año 2011. No podemos estar más en desacuerdo. Estas voces, principalmente provenientes de medios progresistas como El Desconcierto o El Mostrador, y particularmente desde el Frente Amplio, sostienen que este movimiento realiza un cuestionamiento más profundo que el del año 2011 y que, entre otras cosas, se propone conquistar nuevas cosas y no “recuperar lo que nos quitaron”.

Así, Renato Garín, diputado por Revolución Democrática, sostiene en una columna en el periódico digital El Mostrador que “Esta contradicción entre el malestar de las elites y el pluralismo ciudadano es cada vez más evidente, tanto en temas de moral sexual como en temas de corrupción. Esta es una tensión inédita en la transición, la que obliga a repensar las categorías conceptuales con la cuales leemos el presente. Nada de esto era visible el 2011.”5

Muy por el contrario, fue el proceso del 2011 el que abrió un profundo cuestionamiento en todo sentido a la herencia de la dictadura militar, a sus normas sociales, morales y políticas, a sus representantes y cancerberos (derecha y Concertación), y también, al mecanismo de acumulación neoliberal mediante la educación superior y a costa de los sueños de cientos de miles de familias.

El 2011 fue un fenómeno superior, en el sentido de la lucha de clases, del programa que se levantó, de la moral que cuestionó, del enemigo que enfrentó y de las posibilidades que abrió, a cualquier proceso social desarrollado desde ese año a la fecha. Y es importante esta definición porque hace en parte a los objetivos que buscamos en la discusión de este artículo.

Sostenemos estas afirmaciones fundamentalmente por 5 motivos: i) En términos programáticos, abrió la puerta a una radicalidad en torno a las ideas, partiendo por la demanda de la educación gratuita, que entendida como financiamiento estatal para que todo quien quiera estudiar pueda hacerlo gratuitamente, cuestionaba el patrón de acumulación capitalista chileno en el terreno de la educación; ii) también en el contenido, se abrió la discusión sobre la nacionalización del cobre para financiar la educación en petitorios, charlas, debates, programas, marchas (“el cobre por el cielo la educación por el suelo” que tomó más fuerza que en su estreno original ocurrido el año 2006) y también en acciones que mostraban esa necesidad, como las marchas junto a mineros de El Teniente en huelga; iii) la profundidad del proceso, y el carácter eminentemente político de la lucha estudiantil de ese año, abrió paso a un cuestionamiento a la herencia de la dictadura más de conjunto, o a sus principales pilares. Marcó un antes y un después en todo sentido; iv) incluso en términos de moral y sexualidad, al interior de las tomas universitarias y secundarias se vivió todo un despertar sexual de amplios sectores que cuestionaron las imposiciones del Estado y la Iglesia y los cánones previamente establecidos. El profundo cuestionamiento desarrollado en dicho proceso abrió las puertas en ese sentido a nuevas consignas y demandas que anteriormente no eran parte de los debates estudiantiles, como la educación no sexista y la necesidad de un aborto legal, gratuito, libre y seguro; v) Y finalmente, emergió un sector, fundamentalmente de hijos e hijas de trabajadores, que funcionó como una vanguardia de lucha, enfrentando la represión, a costa de asesinatos como el de Manuel Gutiérrez y cuestionando a las direcciones del Partido Comunista y de la Concertación.

Ahora bien, las demandas no fueron conquistadas, y luego de un par de años, fundamentalmente hacia finales del 2013, comenzó un importante reflujo del movimiento estudiantil y una relativa pasivización de las grandes masas que salieron a luchar ese año, no sin dejar un importante legado, que se reflejó en las luchas que siguen abiertas o que se siguieron produciendo los años posteriores; en la impugnación a la herencia de la dictadura que se levantó en amplios sectores, y en que, retomando otra definición marxista del carácter del movimiento estudiantil, este, al decidirse enfrentar al régimen político como lo hizo en Chile desde el 2011, jugó el rol de ser una vanguardia táctica, para la emergencia en la lucha de la clase trabajadora, es decir, puede ser “detonador y acelerador de la lucha de clases”6, principalmente por sus formas de lucha, por mostrarle a los demás que sí se puede luchar, y en el caso de Chile y del 2011 en particular, también por el contenido programático profundo, que lo hizo chocar un con régimen político y con sus guardianes. De todas formas, este proceso tuvo importantes límites que analizaremos más adelante.

Es que durante el 2011 y los años inmediatamente posteriores hubo un aumento de la “conflictividad social” en la clase trabajadora (con un breve retroceso en la cantidad de huelgas el 2012 en referencia al año 2011), marcado por un salto cuantitativo de la cantidad de huelgas del 2001 al 2012 (en un 207%, de 251 a 7737). Así, hasta prácticamente los años 2015-2016, vimos (y vivimos) importantes luchas obreras en una diversidad de sectores: los paros portuarios del 2013 y el 2014, la negociación por el acuerdo MARCO de los contratistas de CODELCO el 2015, con elementos de combatividad y que estuvo marcada por el asesinato de Nelson Quichillao a manos de un funcionario policial, crimen aún impune; las dos grandes movilizaciones docentes; la rebelión de las bases y la lucha contra la ley de Carrera Docente de la Nueva Mayoría, rechazada por más del 80% del profesorado y aprobada por el Partido Comunista en la Cámara de Diputados, y así una serie de luchas y huelgas de mayor o menor peso nacional: movilizaciones de choferes del Transantiago luego de la quema a lo bonzo del dirigente Marcos Cuadra el 2014, huelga de Correos de Chile el 2013, Integra, y cientos de otras luchas.

A estos procesos hay que sumarle el desarrollo de luchas en regiones, marcadas por la precarización y el “abandono del Estado”, que fueron respondidas con dura represión por parte del gobierno de Piñera, las más emblemáticas las de Aysén y Freirina, que mostraron importantes grados de combatividad y un enfrentamiento directo con grandes empresas, respectivamente.

Pero, ¿Por qué no triunfó el movimiento estudiantil? ¿Por qué, siendo una de las lecciones que importantes sectores sacaron, no se avanzó a una unidad con esas luchas? ¿Por qué hoy en día el estudiantado no puede imponer una agenda propia ni se enfrenta al régimen político? Son una serie de preguntas importantes a responder si queremos pensar las perspectivas del movimiento estudiantil el 2018, en el marco de un segundo gobierno de la derecha y de la emergencia del Frente Amplio como tercera fuerza política nacional.

Aquí hay dos claves fundamentales. Primero que todo, el régimen político y sus representantes en sus respectivos gobiernos (de Bachelet fundamentalmente, pero también en cierta medida de Piñera), se jugaron por una vía de estrategia de desgaste contra el movimiento y de cooptación de sectores de este.

Así la Nueva Mayoría, con la participación del Partido Comunista incluida, desarrolló su proyecto estrella en educación: la beca de la gratuidad. Un nuevo beneficio estudiantil en la lógica mercantil de la educación, que a la fecha le entrega educación gratis a más de 320 mil estudiantes8. Se cooptó y pasivizó de esta manera a un sector que logró ingresar gratuitamente a la educación superior, no sin dificultades, como la posibilidad de perder la beca producto de un “bajo rendimiento académico” y la prácticamente nula presencia de otras becas de mantención para permanecer estudiando. Junto a la gratuidad desarrolló la Ley de Reforma a la Educación Superior. De conjunto estas leyes vinieron a fortalecer el mercado educativo, a entregar mayores fondos a la educación privada y a los empresarios que la sostienen y se enriquecen con ella, y, junto a la Ley de Universidades Estatales, a limitar la matrícula en las universidades públicas manteniendo gobiernos autoritarios en las instituciones de educación, incluso ahora con mayor injerencia por parte del gobierno de turno.9

Y aquí cumplieron un papel fundamental las viejas direcciones del movimiento estudiantil del 2011, el Partido Comunista, y las nuevas organizaciones que surgieron ese año como “bloque de conducción” y que los últimos dos años se consolidaron como Frente Amplio.

El Partido Comunista se integró al gobierno de la Nueva Mayoría, alimentando las ilusiones que con Bachelet y los partidos que durante años han administrado el modelo, y que tienen intereses económicos en la educación (en esto nos detendremos más adelante), podríamos obtener las conquistas que desde el año 2011 se venían exigiendo.

Por su parte, particularmente Revolución Democrática (RD) en su momento, con el actual diputado Giorgio Jackson a la cabeza, le entregaron permanentemente balones de oxígeno al gobierno de Bachelet, y estuvieron lejos de cuestionar profundamente las leyes y reformas estructuralmente neoliberales que promovió la Nueva Mayoría, y que hoy permiten que instituciones con sostenedores con fines de lucro puedan obtener dineros fiscales vía la beca de gratuidad.

Desde RD los acercamientos comenzaron durante el 2013, cuando la Nueva Mayoría se omitió en la elección de diputados de Santiago Centro (en el ya viejo modelo electoral binominal), respaldando la candidatura de Jackson, quien vio esto como un gesto y una “manera genuina de construir confianzas, de generar espacios de encuentro para impulsar reformas.”10 Esta línea de profundizaría con el apoyo de RD a Bachelet en la segunda vuelta presidencial, y luego, con la participación de miembros de este conglomerado en el Ministerio de Educación donde fueron partícipes en las primeras formulaciones de las reformas educativas de la Nueva Mayoría, tan rechazadas por una amplia mayoría estudiantil y docente.

Pero además el Frente Amplio (en ese entonces “bloque de conducción”, con el autonomismo unificado en una única organización), pasó a dirigir el conjunto del movimiento estudiantil a través de la mayoría de las federaciones. Y desde ahí impulsó una estrategia que en la práctica no se diferenció sustancialmente de la política impulsada por el Partido Comunista, que se basaba en reducir la fuerza del movimiento estudiantil a la mera presión parlamentaria, rebajando su potencial de oposición al régimen y su contenido programático, lo que iba limitando sus rasgos más revulsivos.

Centraron sus esfuerzos en la “incidencia parlamentaria” para modificar aspectos de las reformas de la Nueva Mayoría, mediante sus posiciones en el Parlamento (Boric y Jackson principalmente, además de, de manera más marginal, Vlado Mirosevic del Partido Liberal), utilizando al movimiento estudiantil como una “base de maniobra” para obtener mejores posiciones en la negociación parlamentaria.

Así se fueron configurando y proclamándose como “la representación en la política” del movimiento estudiantil, como una nueva, necesaria y superior etapa de la lucha desatada el año 2011, en sus propias palabras. Lo que no decían era que se posaban sobre el desvío que ellos como dirección del movimiento eran los principales responsables.

Si Izquierda Autónoma decía a comienzos del 2012, realizando un balance crítico del rol del Partido Comunista en las movilizaciones que durante el 2011 “Se desplegó así una fuerza social que desbordó la conducción del Partido Comunista, el cual buscó desde un inicio la vía institucional para procesar el conflicto y el posicionamiento de sus dirigentes como capital para negociar su integración al equilibrio de fuerzas políticas, sin alterarlo”11, justamente el Frente Amplio se concentró en una vía institucional para procesar el conflicto, posicionando a sus dirigentes como capital para, no negociar su integración al equilibrio de fuerzas políticas sin alterarlo, si le concedemos eso al frenteamplismo, aunque está por verse, pero si para desde ahí realizar cambios cosméticos a las políticas rectoras emanadas por la Nueva Mayoría, y hoy, cuando se consolidan como una fuerza nacional de peso, para desarrollar políticas de “emparejamiento de la cancha” mediante negociaciones con las viejas fuerzas del progresismo con las cuales incluso se perspectiva en un gobierno común12

Pero más de fondo, el Frente Amplio capitalizó la experiencia del movimiento estudiantil a costa del desarrollo de una lucha más profunda que se caracterizó por la consolidación del movimiento estudiantil como un actor político de oposición al régimen en las calles, que hubiese tomado rasgos más revulsivos y más peligroso para el régimen y la burguesía si se hubiese desarrollado hasta el final la tendencia a ser la vanguardia táctica que desplegara y desatara la fuerza de la clase obrera mediante la alianza (que estaba planteada y quienes hoy son parte del Frente Amplio se negaron a realizar) con el incipiente movimiento obrero que comenzó a configurarse particularmente desde el 2012 al 2015.

A cambio, desarrollaron la política de incidencia, aportaron al desgaste del movimiento estudiantil, dirigieron aparatos comunicacionales burocráticos alejados de las bases (las Federaciones) y alimentaron las ilusiones en las reformas de la Nueva Mayoría, y finalmente, en la posibilidad de cambios a través del Parlamento, ofreciendo como el “poder de fuego” propio el caudal de votos en las elecciones13 y eliminando, o aplazando indefinidamente, la posibilidad del desarrollo de otro “poder de fuego” mucho más poderoso: el de la lucha de clases.

Ya lo decía Izquierda Autónoma el 2012, a pocas semanas del cierre de las movilizaciones producto del desvío parlamentario y la desorientación generada por la CONFECH: (Hay que) “calibrar con prudencia el carácter y la frecuencia de las marchas; incentivar formas de expresión que utilicen imágenes de la cultura de masas; emprender acciones de alto impacto mediático y de poca demanda de fuerza orgánica; desplegar una política hacia los medios de comunicación generando opinión y proponiendo temas y acercamientos a los mismos, para utilizarlos y que no seamos nosotros los utilizados por ellos.”14

Emergió así una nueva burocracia dirigente en el movimiento estudiantil que utilizó esas bases para consolidarse como una nueva fuerza política nacional y obtener un resultado electoral importante en las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2017, a costa, en parte, del retroceso del Partido Comunista por su integración más de lleno en el régimen político, y a costa del desvío de estas luchas, y a costa del desvío de las luchas estudiantiles. Este es un fenómeno propio de Chile pero tiene su reflejo internacional, done las “viejas burocracias” de los partidos socialdemócratas van “a la baja” y en el marco del desarrollo de nuevos “movimientos sociales” emerge una nueva capa dirigente, donde “…las burocracias de los “movimientos sociales” actúan desligando la lucha por los derechos civiles o “sociales” del conjunto de las demandas de la clase trabajadora, así como de los propios sindicatos…”15

Esta definición genérica presente en el libro Estrategia socialista y arte militar de Emilio Albamonte y Matías Maiello nos permite explicar el fenómeno ocurrido en los años posteriores al 2013, cuando el reflujo golpeaba más duramente al movimiento estudiantil mientras se producía un cierto ascenso de las luchas obreras, y las direcciones del “movimiento social” no buscaron la unidad como una vía para recomponer la fuerza estudiantil y retomar las demandas estructurales, ya que además su estrategia era otra, que ya hemos mencionado anteriormente, lo que llevó a la división de ambos sectores y al retroceso programático del movimiento estudiantil.

Una disyuntiva estratégica y dos vías de acción

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde las movilizaciones del 2011: surgimiento y debacle de la Nueva Mayoría, beca de gratuidad, reforma a la Educación Superior, Ley de Universidades Estatales, emergencia del Frente Amplio, segundo gobierno de Piñera. Y hoy el movimiento estudiantil se encuentra desdibujado, ha dejado de ser un actor político de oposición al régimen en las calles. Se encuentra en estos momentos en una disyuntiva estratégica.

Hoy en día el Frente Amplio se ha consolidado como la tercera fuerza política a nivel nacional, con 20 parlamentarios y figuras de peso nacional como Beatriz Sánchez, además de dos municipios de peso, particularmente el de Valparaíso con Jorge Sharp a la cabeza. Se ubican como los “representantes de los movimientos” como hemos mencionado, y en el caso del estudiantado, en base al desvío profundo de su lucha, producto además de la estrategia de desgaste desarrollada por los partidos sostenedores del régimen político heredado de la dictadura militar; Chile Vamos y la ex Nueva Mayoría.

Esta nueva configuración constituye un cambio en el régimen político, y abre ilusiones a la posibilidad de la conquista de reformas mediante la acción del Frente Amplio, con mayor o menos acuerdo con sectores del progresismo al interior del Parlamento16.

Pero en el Chile actual, ninguna de las demandas será conquistada de manera duradera y estable mediante negociaciones o acuerdos con los representantes de esos viejos partidos. Será la lucha de clases y sus métodos los que permitirán, al movimiento estudiantil, reimponer una agenda propia y abrirse una nueva perspectiva. Es necesario proponerse enfrentar a los grandes empresarios dueños de las principales riquezas y desde ahí atacar los pilares que sostienen la herencia de la dictadura más de conjunto.

Es que los lazos entre los políticos de Chile Vamos y la ex Nueva Mayoría con los negocios educativos son profundos. Un ejemplo claro es el caso del grupo Laureate, de capitales norteamericanos, propietario de las Universidades de Viña del Mar, de las Américas (UDLA), la Andrés Bello, la Escuela Moderna de Música y el Instituto AIEP, concentrando casi el 15% de la matrícula nacional, con un total de 172 mil estudiantes.

Sólo entre el 2012 y el 2016, Laureate sacó de sus universidades la estratosférica suma de 219 mil millones de pesos, mediante prestación de servicios que demostraron ser innecesarios o por montos menores por los cuales eran contratados los servicios de Laureate.

El grupo ha instalado como autoridades universitarias a diversos personeros de la Nueva Mayoría y de la derecha: Pilar Armanet, ex militante del PPD (y quien inició el alegato en el Tribunal Constitucional que abrió más todavía la posibilidad de lucro en las instituciones educativas), fue rectora de la Universidad de las Américas, que también tuvo en su directorio a Manfredo Mayol, asesor comunicacional de la UDI, a Genaro Arriagada, DC, ex ministro de Eduardo Frei, a Herman Chadwick, primo de Sebastián Piñera y actualmente presidente de la compañía ENEL. Entre los tres recibieron en 4 años 532 millones de pesos por sus cargos en la directiva de dicha Universidad.

Por otro lado, Paulina Dittborn fue pro-rectora de la UDLA, ex subsecretaria de educación de la dictadura y ex vicepresidenta del Consejo Superior de Educación, en su cargo recibió un total de 372 millones de pesos por parte del plantel educativo.

El ex jefe de la División de Educación Superior del primer gobierno de Bachelet hoy en día es director del AIEP, y entre el 2010 y el 2012, Julio Castro Sepúlveda, recibió 336 millones de pesos por parte de dicha institución. Otra parte se llevó Oscar Garretón, militante del PS y ex director de la UNAB que recibió 34 millones de pesos en 3 años.17

Este es sólo un ejemplo del entrelazamiento (económico y político) de los partidos tradicionales y el negocio educativo, que sigue siendo suculento. De hecho, sólo el 2015, el Fisco aportó por distintas vías más de un billón y medio de pesos a las instituciones de educación superior, y un año antes, ocho universidades privadas (Andrés Bello, San Sebastián, Santo Tomás, Autónoma, de Las Américas, Mayor, Diego Portales y Tecnológica de Chile Inacap), tres institutos profesionales (DUOC UC, AIEP e Inacap) y dos centros de formación técnica (Inacap y Santo Tomás), recibieron cada una de ellas más recursos fiscales que ocho de las 16 universidades estatales. Ese año el 39,9% del dinero entregado por el Estado fue a parar a instituciones privadas.

Por otro lado, las precarias condiciones de estudio continúan. Hoy en día la Universidad Iberoamericana se encuentra al borde del abismo, en quiebra y a punto de ser cerrada, mientras en general 1 de cada 3 estudiantes abandona sus estudios el primer año académico. Por su parte Sebastián Piñera anunció el fin del CAE pero para ser reemplazado por un nuevo crédito, que mantendrá los niveles de endeudamiento de las familias. El negocio educativo y sus ganancias para pocos y miserias para las grandes mayorías siguen en pie. Las demandas estudiantiles históricas, por lo tanto, siguen vigentes.

La disyuntiva estratégica a la que hacíamos referencia se presenta de la siguiente forma: el movimiento estudiantil puede pasar a ser un actor más dentro del paisaje de este régimen político reformado, con un Frente Amplio con peso, centrando sus esperanzas en la negociación parlamentaria y protagonizando marchas de presión para que los parlamentarios frenteamplistas tengan mayor margen de maniobra para instalar tal o cual punto en las discusiones legislativas. O puede proponerse otro camino.

Lo que hoy necesita el movimiento estudiantil es sacar lecciones profundas de lo que fue el proceso del 2011 para proponerse retomar un papel de actor político de oposición al régimen heredado de la dictadura militar.

Para aquello es necesario que se retome la radicalidad programática que desarrolló durante años pasados y avanzar más en ese camino, como vía, en el terreno del programa, de superar y doblegar la educación de mercado. Para aquello es necesario instalar la política de un Plan de financiamiento integral a la educación pública, que garantice una educación gratuita, no sexista y laica, con aportes para el desarrollo de infraestructura que posibilite la apertura sostenida de la matrícula hacia un acceso irrestricto, para garantizar que todo quien quiera estudiar pueda hacerlo gratuitamente en las instituciones del Estado. Esto en los hechos, junto al desarrollo de una institucionalidad de estas características en el terreno de la formación técnica-profesional, anulará la razón de ser de las enormes corporaciones de educación privadas, sacando a cientos de miles de estudiantes de las garras del mercado educativo.

A su vez, es central la lucha por el carácter del gobierno de estas instituciones que, donde pasa al centro la lucha por el cogobierno universitario y la elección universal de autoridades unipersonales por parte de los tres estamentos educativos, para decidir el conjunto de las políticas que afecten a dichas instituciones. Se trata de otorgarle mayor poder a los estamentos históricamente excluidos en las decisiones fundamentales: funcionarios/as, estudiantes y un amplio sector de las y los académicos. Esa es también una de las vías fundamentales para combatir la violencia machista al interior del sistema educativo, integrando protocolos independientes de las autoridades y comisiones triestamentales electas democráticamente que tomen los casos, para que no sean las autoridades quienes sigan decidiendo.

Esto en la perspectiva de pensar un modelo educativo absolutamente distinto al actual, donde la Universidad y la educación en general no esté al servicio de la ganancia de unos pocos sino que de los intereses y necesidades de las grandes mayorías, es decir, del pueblo trabajador.

Y para esto, se hace necesario que el movimiento estudiantil se dé la perspectiva de luchar por la nacionalización de los recursos naturales, sin pago a sus actuales dueños, para financiar dichas necesidades y las demandas actualmente presentes. Un caso latente en la actualidad es el de SQM, empresa en manos de empresarios (Ponce Lerou) que obtuvieron la propiedad de la empresa producto de las regalías que les dio la dictadura militar y que ha sido utilizada para financiar a los políticos corruptos de la derecha y de la ex Nueva Mayoría, y que por las ganancias que produce, que llegaron a los 272,3 millones de pesos el año pasado18, y esto junto con la nacionalización del cobre, donde sólo CODELCO generó ganancias de mil millones de dólares el 2017, sin considerar las exorbitantes ganancias de las empresas privadas que representan el 70% de la producción de cobre del país, podría garantizarse ampliamente el conjunto de estas demandas.

Para esto es que es necesario reponer en el centro uno de los balances más estratégicos del movimiento estudiantil: la necesidad de la alianza con la clase trabajadora, única capaz de poner en jaque las ganancias de los empresarios, y por lo tanto, a los representantes de los dueños del país.

Para que el movimiento estudiantil encare estas batallas debe cuestionarse profundamente cómo actúan al día de hoy no sólo sus dirigentes, sino que también los organismos donde actualmente se agrupa y organiza. A la fecha, las Federaciones han sido transformadas en aparatos mediáticos, cada vez con menor peso, ajenos a las discusiones de las bases estudiantiles, y tremendamente burocráticos. Ejemplo de aquello es lo ocurrido el Pleno de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile decidió tener la potestad de suspender por tres meses (que en los hechos es prácticamente revocar) al presidente de la FECH, Alfonso Mohor, de Movimiento Autonomista. Más allá de los motivos, lo que queremos mostrar con este ejemplo, es lo antidemocrático de este funcionamiento, donde una comisión de 3 personas propone y un Pleno FECH tremendamente reducido decide por sobre una elección de cientos de estudiantes.

Es necesario, en la FECH y a nivel general, congresos refundacionales, no sólo para cambiar los aspectos orgánicos tremendamente burocráticos y avanzar a mecanismos de revocabilidad de los cargos desde la base, rotatividad y aspectos de democracia directa, sino que también para discutir justamente los objetivos, rumbos y propuestas de conjunto del movimiento estudiantil. Refundar y rearmar sus proyecciones desde estas bases y con un balance profundo de sus últimas luchas.

Pero esta batalla por la estrategia que tomará el movimiento estudiantil se desarrolla en los combates políticos. Hoy, el ascenso del movimiento de mujeres a nivel internacional, en particular con una posición más ofensiva con la exigencia por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito vía fuertes y masivas movilizaciones en Argentina que ha hecho enfrentarse a la derecha, al oscurantismo clerical, e incluso a la burocracia sindical; muestra un camino a seguir. El movimiento estudiantil puede ser un factor importante en desarrollar esta batalla en Chile, que implicará enfrentar a la derecha, la moral de la Iglesia, y a la burocracia del movimiento estudiantil (FA) y el movimiento obrero (PC), quienes en el papel dicen estar de acuerdo con este derecho, e incluso son parte de la “bancada feminista” en el parlamento, es momento de exigir que pongan esa fuerza en movimiento.

Para dar estas batallas y tener posibilidad de vencer es necesario desarrollar una fuerza política anticapitalista de las y los trabajadores que dé estos combates al interior del movimiento estudiantil, ese es el desafío que tomamos en nuestras manos las y los militantes estudiantes del PTR en conjunto con decenas de compañeras y compañeros que compartimos este programa y perspectiva con quienes levantamos en conjunto a nivel nacional la agrupación Vencer. Te invitamos a dar este combate en conjunto por forjar una fracción revolucionaria y socialista que represente los intereses de las y los trabajadores al interior de la caja de resonancia que es el movimiento estudiantil.

Lo anterior es indispensable en la lucha contra la burocracia y la conciencia más reformista que instaló esta, sin lo cual es impensable lograr que el movimiento estudiantil retome un programa que cuestione profundamente los pilares de la acumulación capitalista en Chile, se proponga una alianza férrea con las y los trabajadores, y desde ahí se proponga la perspectiva de la lucha contra la herencia de la dictadura militar de conjunto.

1 Para profundizar en las definiciones y el contenido de este concepto, recomendamos leer el trabajo de Emilio Albamonte y Matías Maiello; Estrategia Socialista y arte militar, publicado por Ediciones IPS el año 2017. Buenos Aires.

2 Murillo, Celeste; Díaz, Ariane; La universidad de clases y el movimiento estudiantil como sujeto político; El Repertorio, en: https://elrepertorio.wordpress.com/2000/08/28/la-universidad-de-clases-y-el-movimiento-estudiantil-como-sujeto-politico/

3 Para profundizar en esto, recomendamos la lectura del estudio desarrollado por el Programa para las Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD); Desiguales, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, Uqbar Editories, 2017. Santiago de Chile

4 Rucks, Silvia (Representante Residente); Cociña, Matías; Frei, Raimundo; Larrañaga, Osvaldo (Investigadores principales); Programa para las Naciones Unidas Para el Desarrollo; Desiguales, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, Uqbar Editores, Santiago de Chile, 2017.

5 Garín, Renato; ¿Hacia un 2011 recargado?: el capital, la moral y el cuerpo; El Mostrador; en: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2018/05/28/hacia-un-2011-recargado-el-capital-la-moral-y-el-cuerpo/

6 Para profundizar en este concepto recomendamos leer El Segundo Aliento, de Daniel Bensaid.

7 Aguiar, Santiago; El cambio de ciclo y la paulatina instalación de un eje unificador; Cuadernos estudios del trabajo; en https://estudiosdeltrabajoblog.wordpress.com/2013/12/

9 Totoro, Dauno; ¿Por qué el estudiantado U. Chile rechaza la Reforma a las Universidades Estatales?; La Izquierda Diario; en: https://www.laizquierdadiario.cl/Conoce-las-razones-del-rechazo-a-reforma-por-parte-de-estudiantes-de-la-U-Chile

11 Balance y perspectivas de las luchas estudiantiles, palabras para abrir diálogos y convergencias entre la izquierda; Izquierda Autónoma; Santiago de Chile; 2012.

13 Puelma, Fabián; El laberinto estratégico del Frente Amplio; El Desconcierto; en: http://www.eldesconcierto.cl/2017/10/15/el-laberinto-estrategico-del-frente-amplio/

14 Balance y perspectivas de las luchas estudiantiles, palabras para abrir diálogos y convergencias entre la izquierda; Izquierda Autónoma; Santiago de Chile; 2012.

15 Albamonte, Emilio; Maiello, Matías; Estrategia Socialista y arte militar; Ediciones IPS, 2017, Buenos Aires, página 544.

16 Estos elementos son desarrollados profundamente en otros artículos de esta edición de la Revista Ideas de Izquierda.

17 Todos estos datos pueden encontrarse en: http://ciperchile.cl/2018/04/19/la-cocina-de-laureate-graves-infracciones-por-lucro-y-millonarios-pagos-a-dirigentes-politicos/

18Totoro, Dauno; SQM debe ser expropiada sin pagarle un peso a los empresarios y bajo gestión de trabajadores y la comunidad; La Izquierda Diario; consulta en: https://www.laizquierdadiario.cl/Dauno-Totoro-SQM-debe-ser-expropiada-sin-pagarle-un-peso-a-los-empresarios-y-bajo-gestion-de


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