A 6 meses: ¿Adónde va el Gobierno de Piñera?

Sin hegemonía, se trata de un gobierno débil. Con la economía por ahora a su favor, detenta débilmente la agenda, sin gran oposición ni social ni política. Su baja en las encuestas en el marco de una mayor fragmentación política, empuja a nuevas contradicciones, que pueden hacer revivir los fantasmas del primer gobierno.

Pablo Torres, comité de redacción La Izquierda Diario

 

Un equilibrio precario predomina en la situación. Si por un lado hay elementos de estabilidad política, no hay gran protagonismo de “las calles” y la economía ha crecido el primer semestre (4,9%); por otro lado, este equilibrio frágil es amenazado por diversos flancos hacia el desequilibrio: el despegue económico tenderá a debilitarse, en un marco de un escenario internacional a la baja (y golpeando a los “emergentes”); se debilitan las expectativas de la población ante un crecimiento que no llega hacia abajo, y está en la base de la tendencia al aumento del rechazo y la baja en el apoyo al gobierno y al presidente, que muestra las débiles bases sociales en las cuales se apoya Piñera; su condición de minoría parlamentaria lo obliga no solo a negociar constantemente para buscar una oposición fiel en un parlamento fragmentado, sino que hace tensionar a su propio bloque.

Se trata de un gobierno débil, que mantiene la agenda más por falta de oposición social y política que por fortaleza propia. La llamada “oposición” parlamentaria, liderada por el viejo concertacionismo (y al cual se ha subordinado el FA y el PC), se muestra impotente, mientras neutraliza (mediante las burocracias sindicales) cualquier proceso de lucha, manteniendo la paz social y una tregua que solo le da fortalezas al gobierno.

La transición de expectativas a decepciones, de continuar deteriorándose y elevar el rechazo a Piñera y su gobierno, puede fraguar irrupciones sociales, que fueron protagónicas del primer gobierno de Piñera, y que hasta ahora (“mayo feminista” o casos de contaminación) logran ser contenidos. El escenario de mayores conflictos internacionales como la guerra comercial EEUU-China, y el último tiempo la crisis de los emergentes (Argentina, Turquía, Brasil, Sudáfrica), y los golpes económicos (Argentina) y políticos (Brasil) en la región (sin considerar la dramática situación venezolana) plantean la hipótesis que nos preparamos para un segundo gobierno probablemente traerá mayores crisis que el primero, donde puede revivir el fantasma de las “calles”.

Un gobierno débil

La renuncia de Varela y la caída de Rojas fueron expresión del inicio del fin de la luna de miel del Gobierno. Su tendencia a la baja en las encuestas, donde es mayor el rechazo a la aprobación tanto de Piñera como del gabinete es una peligrosa muestra de las débiles bases sociales en las cuales se apoya, siendo las llamadas “clases medias” tradicionales o bajas (C3, D y E, quintiles cuya mayoría en realidad son trabajadores asalariados), aquellas que le dieron el principal caudal de voto el 17 de diciembre y que hoy empiezan a desconfiar del nuevo gobierno y sus promesas (empleo, salarios, crecimiento).

Su principal base social, de los grandes capitales nacionales y extranjeros, si bien observa con optimismo el crecimiento, no se encuentra satisfecha y reclama por “reformas estructurales” (ataques) y “consolidación fiscal” (mayores ajustes), un gobierno más directamente de ataques para promover un nuevo ciclo de crecimiento duradero.

Políticamente, aunque se muestre un Piñera más “centrista” (buscando renovar los viejos “consensos” y “acuerdos nacionales”), se encuentra presionado entre dos proyectos derechistas, que tironean a la coalición de gobierno. Más que liberal y conservador (aunque se manifiesta en el terreno de llamados temas “valóricos”), se trata de un proyecto más al “centro” u otro más clásicamente “derechista”. Un emergente intelectual del sector lo señaló como el intento de “conciliación de clases desde arriba” (de atraer a capas medias descontentas mediante un Estado más “social”) y otro de “agitar la lucha de clases desde arriba” (restaurar orden y autoridad, a la vez que exclusión, segregación y criminalización de sectores más postergados). El factor “Kast” (que obtuvo 7,9% en las presidenciales, y su partido Acción Republicana aparece en encuestas como “tercera fuerza” tras Chile Vamos y el FA, arriba de la exNM), un pinochetista amigo de Bolsonaro en Brasil, es expresión de esta corriente.

Hasta ahora, ha oscilado entre estos proyectos, sin un rumbo claro. Ahí se ve que a la vez que se la juega por la Ley de Identidad de Género (que “sintoniza” con una cultura más liberal) que tensiona a su coalición, o mientras ensaya una política “social” en La Araucanía; impulsa a la vez una agenda “bonapartista” en el ámbito represivo: “comando jungla” en el pueblo mapuche, “aula segura” contra el movimiento secundario (expulsión de estudiantes); o asimilando inmigración/delincuencia para “ordenar la casa”.

Por ahora combina, sin una relación de fuerzas estable y favorable para acometer un proyecto más “clásico” de reformas y ataques profundos. ¿Se abrirá la etapa de las “reformas estructurales” que tanto reclama el gran capital? La relación de fuerzas social y política del gobierno de mínima hace dudar. Aunque no veamos movimientos de masas activos, éstos no están derrotados, y más bien se encuentran “latentes”, en muchos casos en un estado de “suspensión” más por la acción pasiva y de colaboración de sus direcciones (señal clara de ello ha sido la CUT).

En los próximos meses, junto a la agenda criminalizadora y el presupuesto nacional, deberá abrir la reforma previsional junto a la tramitación de la reforma tributaria, que beneficia a los ricos y grandes capitales. Estas reformas, junto a una probable “reforma laboral” (contra sindicatos) o incluso la posibilidad de una reforma “educacional” (por ahora mantiene el discurso de continuar las reformas de Bachelet), podrían ir despertando una mayor resistencia. Hasta ahora hay ataques (Estatuto laboral juvenil) aunque más “parciales” que de conjunto, que despiertan fuerzas mayores.

La reforma previsional que saldrá estas semanas, en el marco que surgió un movimiento NO+AFP. Se ha convocado la primera “protesta nacional” para el 24 de octubre convocada por la Coordinadora NO+AFP, que puede y debe transformarse en un gran pronunciamiento nacional contra el gobierno y sus reformas, con un paro nacional masivo y activo, convocado desde los sindicatos, con asambleas, piquetes, paro y movilización. NO+AFP y sindicatos deben hacer una gran campaña para exigirle el paro y la movilización a la CUT, luchando por la unidad de los trabajadores frente al gobierno, de forma independiente a la vieja concertación. De llevarse a cabo una reforma laboral, puede despertar al movimiento sindical o los sectores organizadores de la clase trabajadora. Y de ir por una “reforma educacional” podría levantar el fantasma del movimiento estudiantil, que ya jaqueó el primer gobierno con grandes movilizaciones.

De abrir esa etapa el gobierno puede renacer el fantasma de la calle, que el movimiento de mujeres con el “mayo feminista” puede solo preanunciar, permitiendo que en las calles se unan trabajadores, estudiantes y mujeres. El 24 de octubre puede ser una fecha clave, unido a las mujeres que el 28 de septiembre se movilizan por el aborto legal, libre, seguro y gratuito, y con un programa que además de NO+AFP, se plantee el fin a los despidos, salario acorde a la canasta familiar, y se encamine a un plan de lucha y movilización independiente para derrotar las reformas de Piñera.

El escenario internacional empuja hacia el desequilibrio. Desde la guerra comercial entre EE.UU y China, la “crisis de los emergentes”, las polarizadas elecciones en Brasil y la situación más convulsiva que empieza atravesar Argentina, pueden ser fuentes de mayor inestabilidad social, económica y política.

La reaccionaria estrategia de “unidad de la oposición”

Socialmente, la ex NM ha perdido gran peso social. En las encuestas es la coalición peor evaluada. Sin proyecto estratégico, o en crisis aquel, se encuentra fragmentada. No solo con una cierta tensión entre nuevos polos DC-PR por un lado, y PS-PPD por el otro. Sino que en su interior, con profundas divisiones: una DC quebrada; un PR y PPD con acusaciones de fraudes; y un PS con más caudillos que buscan la “unidad de la oposición” que ordenados frente al gobierno.

Oscilan entre la presión a colaborar con el gobierno y su discurso de centro, como ocurre en la DC y el PR (cuyos votos fueron claves para rechazar la acusación constitucional contra los tres ministros de la Corte Suprema) y reactualizar un nuevo-viejo concertacionismo; y la “unidad de la oposición desde la DC al FA” con un discurso más “duro” que motiva al PS.

Sin embargo, el reaccionario anhelo senil de “unidad de la oposición” (una especie de “todos contra Piñera”) para que se recomponga la centroizquierda, encuentra sus límites en la crisis y división de su proyecto.

Políticamente el sector está presionado entre el “centro” y la “izquierda” FA. En cierta simetría con la derecha, la tendencia inicial a la polarización, va agrietando al sector.

Alejada la exNM de los movimientos sociales (salvo el PC) y cada vez más pronunciada su decadencia, sus sectores más lúcidos intentan la estrategia de la “unidad de la oposición”, para recomponer bases sociales haciendo guiños al PC y al FA para recomponer su liderazgo senil. La “unidad de la oposición”, un variopinto donde se esconde la dirección burguesa de dicha coalición (la vieja Concertación) tras un lenguaje “progresista” intenta recomponer a los viejos partidos capitalistas que dominaron la escena los últimos 20 años. El PC y el FA parecieran acompañar dicha estrategia, que lejos de atentar contra el régimen y las vivas herencias de la dictadura, los sostienen por izquierda.

La “unidad de la oposición”, donde a la vez le otorgan los votos a Piñera para sus reformas, es un primer “blindaje” a Piñera para garantizar la “gobernabilidad” y paz social. La “marcha” de 04 de octubre reivindicando los 30 años del NO son una operación en ese sentido, donde el FA también está entrando.

Parlamentarismo frenteamplista y colaboración de clases

La subordinación a la vieja Concertación está en la base de la crisis que vive el FA. La “unidad de la oposición” que busca recomponer la decadencia de la vieja centroizquierda, atrae a sus sectores hegemónicos como RD, PL o incluso MA de Boric y Sharp. No es casual que junto a la DC también marcharán el 04 de octubre reivindicando la “transición” pactada.

La hegemonía RD en el FA, que buscan unir a los sectores “democráticos y progresistas”, apoyada por Boric, imprime la “gobernabilidad” versus la “impugnación” para mostrarse como una oposición “responsable”. O más decir: su giro a la derecha estos meses, no han ayudado más que a sostener un respirador artificial a la NM y vía indirecta blindar al gobierno, y en ningún caso a movilizar mujeres, estudiantes y trabajadores, sino a debilitar a los propios “movimientos sociales”. En un marco de debilidad del gobierno, su “blindaje” opositor así como su rol en las burocracias, ayuda a una relación de fuerzas desfavorable a que irrumpa la lucha de clases.

Mientras la hegemonía moderada en el FA se subordina a la “unidad de la oposición” y desde ahí buscar lazos hacia las elecciones 2020 y 2022 para un gobierno “progresista”; los sectores de “izquierda” del FA se mantienen subordinados a esta estrategia, que ha congelado por ahora su propia articulación para formar un “partido de izquierda” del FA. Los reformistas quieren agenda propia, con movimientos sociales. Pero su centro de gravedad sigue siendo el “parlamentarismo” (burgués) y no la lucha de clases, para enfrentar allí al gobierno derechista, y de forma independiente a la exNM. Como diría Rosa Luxemburgo, su estrategia no es nada-mas-que-parlamentarismo.

El PC se maneja en la actividad del parlamentarismo y la colaboración con partidos burgueses progresistas, buscando por ahora recomponer fuerza propia para ganar relación de fuerzas en dicho entramado. Su rol en la CUT, impulsando el diálogo social con la CPC y la tregua con el gobierno, busca mantener la pasividad mientras pasan ataques, y cuando movilizan, lo hacen de forma dispersa y aislada, buscando impedir la unidad y radicalización. Dejaron pasar cierres de empresas y despidos como en Maersk, Iansa, Cial o el Ferrocarril Antofagasta (único lugar donde se está luchando contra los despidos).

En vez de fortalecer las luchas de las mujeres, trabajadores y estudiantes, su unidad y organización; el FA hoy busca fortalecer la lucha parlamentaria y ganar “aliados” para próximos gobiernos (municipales o nacional): una estrategia electoralista y no de lucha de clases, de colaboración con el progresismo burgués y no la independencia política frente a las variantes capitalistas.

Si un primer blindaje de la gobernabilidad es la vieja Concertación, el PS y el FA contribuyen a este primer blindaje, junto a las burocracias sindicales y de los movimientos.

La batalla por una alternativa anticapitalista y de la lucha de clases

El FA no se propone derribar el régimen y las herencias de la dictadura mediante la movilización revolucionaria de masas, la unidad entre trabajadores, mujeres y estudiantes. En vez de ello, se propone reformar el viejo régimen junto al decadente viejo progresismo, con un programa que se limita a “contener” el mercado para un Estado social de derechos.

Sin embargo, ni aún su propio programa defiende. Como en el caso del aborto, en vez de jugarse una lucha en las calles por este movimiento, considerando las fuerzas latentes de las decenas de miles de mujeres, limitan la lucha a la “despenalización” para ganar el apoyo de progresistas e incluso de derechistas “liberales” en el Congreso. En vez de aumentar las expectativas y la movilización, rebajan los objetivos y desmovilizan.

Con un movimiento de mujeres que ha protagonizado este año las principales luchas cuestionando la opresión patriarcal y ha empezado a ganar la simpatía de amplios sectores por el derecho al aborto (en contexto de una Iglesia en crisis), esa lucha podría despertar las calles nuevamente, ampliar la simpatía y unirse a los estudiantes y al movimiento de trabajadores. Sus tribunas lejos de impulsar estas batallas, o tomar el 24 de octubre para impulsar una gran campaña por el paro nacional con movilización, están preocupadas de aparecer con “gobernabilidad” a los ojos de la población, como oposición “responsable”.

El movimiento obrero aunque está a la defensiva, sigue encontrando luchas aisladas y dispersas que resisten la impunidad patronal, como hacen los ferroviarios de Antofagasta luchando ya casi 3 meses contra los despidos y en unidad con mujeres, estudiantes y sindicatos, mientras las distintas burocracias desorganizan, miran para el lado, y coquetean con el gobierno y empresarios.

El escenario es preparatorio, para nuevos procesos de lucha de clases y de debilidad política del régimen y el gobierno, así como hacia probables sacudidas económicas. Cada batalla y lucha son “escuelas de guerra” para momentos más convulsivos, y para desarrollarse, deben conquistar la más amplia movilización y unidad en las calles, de forma completamente independiente a los viejos partidos progresistas, que co-gobiernan con la derecha.

Aunque el momento no sea de luchas ni radicalización, es de politización creciente, y la debilidad del gobierno puede preparar nuevos procesos de lucha de clases.

Hay que superar por izquierda a la vieja Concertación. Aquellos sectores que tienen confianza en el FA, deberían cuestionar su estrategia reaccionaria de “unidad de la oposición” que sólo fortalece a los falsos amigos del pueblo, para construir una alternativa de izquierda consecuente contra el gobierno y los partidos del régimen, que mantienen la odiosa herencia de la dictadura. Mayol no es una alternativa, pues aunque plantee un discurso más radical, no opone ninguna estrategia independiente al viejo progresismo ni a las burocracias, ni confía en la lucha de clases ni en la fuerza de los trabajadores de forma independiente a los partidos capitalistas (sean derechistas o progresistas). El ala izquierda FA (ND, MA, IL, SOL) también inscribe en su perspectiva la unidad con “progresistas”.

Una consecuente alternativa de izquierda pasa por construir un partido revolucionario basado en la lucha de clases y con un programa anticapitalista, que se proponga enfrentar a Piñera en las calles, con los trabajadores, mujeres y estudiantes, de forma independiente a la vieja Concertación y los empresarios.

 


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