Federici y la polémica abierta: una respuesta desde el feminismo marxista

Rafaella Ruilova, egresada en historia y editora de Ideas de Izquierda

La visita de Silvia Federici a Chile no ha dejado indiferente a nadie que se declare feminista, desde radicales, comunitarias, partidarias de la vieja concertación, frenteamplistas, hasta las socialistas de las y los trabajadores, y es que las actividades en las que estuvo presente convocaron a miles de mujeres, feministas y hombres, expresión del enorme movimiento de mujeres que surgió los últimos años.

La presentación de su libro “El patriarcado del salario. Criticas feministas al marxismo” condensa en breves páginas su propuesta teórica, estratégica y política. Sin duda, su visita ha abierto un abanico de debates necesarios de desarrollar, más aún en un marco del avance de la derecha y el rol indiscutible que puede tener el movimiento de mujeres para enfrentarla, pero para ello no se puede eludir el debate estratégico, político y de tendencias.

Este artículo tiene por objetivo debatir con las posiciones que se han esbozado en la polémica desatada por redes sociales estos días, pero desde otra perspectiva, buscando desarrollar los debates de fondo que se desprenden, como la relación de lo “social” y lo “político”, el rol del Estado, y con qué estrategia es posible combatir el capitalismo y el patriarcado, y el avance de la derecha porque ninguno caerá solo. Hay que hacerlos caer.

Lo que hay detrás de la polémica desatada

Todo partía con la aparición de un escrito de Alejandra Castillo denominado “Malentendido Federici”[1], que se transformó en un “escudo” defensivo de IA frente a las críticas, siendo difundido por todas sus referentes. Este texto critica a la teórica italiana por pasar sobre el supuesto acuerdo de no abrir palabras, así como por no intervenir frente a los gritos y abucheos desatados después de que un hombre hiciera uso de la palabra desde el público, pero por sobre todo de tener una supuesta posición colonial, lo que la académica afirma diciendo “¿Sabe Federici lo que es el Frente Amplio? ¿Sabe Federici que es el feminismo y la izquierda hoy aquí en Chile? ¿Sabe de nuestros feminismos y nuestras historias?  No, no lo sabe. Y, no le importa.”. Así el debate de fondo, que menciona cuando se refiere a las preguntas que se desarrollaron desde el público al plantear que “restablecen las típicas divisiones irreconciliables entre lo político (corrupto), por un lado, y lo social (puro) por otro”, se ve desdibujado en un mar de acusaciones y categorías morales que rozan lo injurioso.

A pesar de ello, IA tenía que cerrar filas al golpe que les significó ver cómo su referente teórico del feminismo –Silvia Federici– se distanciaba completamente de su apuesta estratégica del antineoliberalismo con supuesto centro en los movimientos sociales. A quien habían tomado y seguido para fundamentar teóricamente su apuesta desde el feminismo, sentada al lado de ellas, hacía caer paradigmas y sus lecturas, siendo criticadas ácidamente con las herramientas que entregaba quien hasta ese entonces era su teórica por excelencia del feminismo.

La última parte de lo que escribió Alejandra Castillo es expresivo de cómo ha desarrollado el debate IA y explica su adhesión a él: “Su único interés era hacer de su posición política la única (este es el problema del comunitarismo). Las otras posiciones eran enemigas, ningún matiz, ninguna articulación posible. La frase “si el voto cambiara algo, estaría prohibido”, la lanza como una verdad irrefutable.” Pero ¿Ese es el problema del comunitarismo? ¿Dónde está el debate de cómo conseguir nuestros derechos y nuestra emancipación? ¿Qué rol cumple el voto para Alejandra Castillo y para IA? Son todas preguntas que quedan abiertas, por lo menos sabemos que pasó del entusiasmo al espanto, y que está convencida de que “hacer frente al neoliberalismo implica, primero, asumir el feminismo como una política de lo múltiple que no puede dejar ningún lugar sin ser revolucionado”, es decir que no niega el hacer política en todas las instancias, y que el feminismo en sí mismo logra revolucionar lugares. ¿Cuál feminismo?, no sabemos.

Federici, el anticapitalismo y el antifeminismo liberal

Desde la apropiación en parte de elementos del marxismo como entender la naturaleza humana como resultado de las relaciones sociales, no como algo ontológico o eterno, Federici comprende que los enemigos no son los hombres, sino el Estado, la Iglesia, las y los empresarios, así lo dijo claramente en Valparaíso planteando que las banqueras y empresarias son sus enemigas, y que no creía en la sororidad porque no hay una hermandad universal entre mujeres.

Desde esta perspectiva, repone la necesidad de un feminismo anticapitalista, plantea en sus presentaciones la necesidad de la construcción de un programa en esa dirección, así como la necesidad de demandas que se articulen para la lucha, ella mencionaba dos: la del aborto legal, libre, seguro y gratuito, así como contra el femicidio. Pero va más allá, y plantea la necesidad de la unidad de las luchas, de buscar la forma de unirlas desde la base contra el enemigo común. No tiene medias tintas en decir que el voto si cambiara algo sería prohibido, aunque no niega su posible utilización táctica al decir “o sirve muy poco o en situaciones locales, en situaciones limitadas”, y es que no confía en la democracia al servicio de las y los empresarios.

Federici aquí se distancia y muy por izquierda a la apuesta estratégica del FA e IA, no adorna la democracia de unos pocos, y si bien golpea fuertemente al neoliberalismo, sabe que es una forma del capitalismo, y su centro es el ataque a ese sistema socioeconómico. Como dijo Mónica Iglesias en respuesta a Castillo “Silvia Federici responde lo que tantas veces ha dicho, no modifica un ápice su discurso (…) No engaña, no adula, no disfraza sus posiciones. Se mantiene fiel a su estilo, es genuina.”[2]. Anticapitalista y anti unidad universal de las mujeres, situando enemigos y enemigas, negándose a que quienes nos oprimen resolverán nuestros problemas, abocándose a la organización de base y el autogobierno, genuina sin duda, lo que queda sin respuesta es el cómo vamos a vencer, cómo conquistamos derechos democráticos para la mejora de nuestra calidad de vida en la perspectiva de nuestra emancipación.

La encrucijada estratégica de Federici, o la anti-estrategia en la encrucijada

Sin duda Silvia Federici es una activista y teórica feminista conocida -y reconocida- por sus críticas al marxismo y a los partidos de izquierda, heredera de una corriente de pensamiento autonomista, ella misma reivindica que su perspectiva está influenciada por la lucha obrera y de una visión anticolonial en el marco de su propio contexto histórico, cabe señalar que se da en las controversias entre feminismo y marxismo de los 70[3], donde sin lugar a duda la izquierda era profundamente machista y devaluaba el problema de la mujer como un tema secundario, o como algo que se resolvería después de la revolución.

Si bien Federici reconoce los aportes que las lecturas de Marx han hecho al feminismo y la lucha de las mujeres, el centro de su preocupación se encuentra en el reconocimiento del trabajo reproductivo de las mujeres, lo que es profundamente valorable, pero lo sitúa como el sostén del capitalismo, desplazando estratégicamente de lo productivo a lo reproductivo.  Esta última, es una esfera que el capitalismo transformó profundamente, para lo cual necesitó esa “acumulación de desigualdades” en las que los cuerpos femeninos serían esclavizados bajo la reproducción de la fuerza de trabajo.

Su trabajo es sin duda un aporte a la visibilización y denuncia de la alianza entre patriarcado y capital, pero que termina escindiéndose del problema de cómo acabar con el capitalismo, estructura socioeconómica y política que rediseñó la arquitectura del patriarcado. Termina modificando su centro de gravedad, de la esfera productiva generadora del plusvalor, a la reproductiva, que es fundamental en la reproducción diaria del propio sistema de explotación, pero no el centro donde lo podemos hacer caer. El trabajo doméstico es una labor generadora de un enorme valor de uso  pero que el capitalismo ha devaluado. El Estado y los empresarios dejan este trabajo sin remuneración, garantizando mediante el sometimiento de las mujeres las condiciones mínimas para salir a ser explotadas junto a los miembros productivos de sus familias al otro día, lo que actualiza la importancia de la lucha por el reconocimiento de esta labor, pero, incluso conquistando el salario del trabajo doméstico ¿la opresión sobre el cuerpo de la mujer dejaría de existir? ¿Cómo cambiamos las relaciones reproductivas que nos lleven a extinguir el capital como nos invita Federici? Una respuesta que no es el centro ni preocupación de esta teórica.

A partir de este gran énfasis en el trabajo reproductivo como centro vital del capitalismo, ignora o hace caso omiso de las manifestaciones en momentos de crisis del capitalismo como expresiones orgánicas de su propia dinámica y de sus propias leyes más allá de la palanca de la reproducción humana y los trabajos del cuidado. Expresiones de sus fuertes contradicciones en las que las grandes masas salen profundamente golpeadas como un método que le permite al sistema resolver periódicamente el conflicto entre la extensión ilimitada de la producción y los marcos de mercado mundial. Sitúa correctamente a las y los enemigos, pero no ve sus propias contradicciones, lo que limita a poder responder políticamente ante un escenario como el actual.

A diferencia de lo que plantea Federici de que Marx supuestamente creía que “una vez que la industria moderna hubiera reducido al mínimo el trabajo socialmente necesario, daría comienzo a una era en la que por fin seríamos dueños de nuestra existencia y nuestro entorno natural, y no sólo seríamos capaces de satisfacer nuestras necesidades, sino que seríamos libres para dedicar nuestro tiempo a propósitos más elevados”[4]; Marx estaba lejos de creer en un supuesto paso y transito pacífico del capitalismo al socialismo, y de su supuesta adulación a este sistema como paso necesario. Lo que Federici critica está completamente lejos del propósito y lógica de la escritura de El Capital.

Marx plantea las crisis capitalistas como algo endémico, propio del capital, para poder mantener la tasa de ganancia y desarrollar nuevos nichos y mercados, ve sus propias contradicciones, al igual que Federici, vio que capitalismo ha traído sólo miseria, saqueo y destrucción de los recursos naturales; pero su preocupación fue comprender la dinámica, las leyes de este sistema para entregar una teoría científica a las y los explotados y oprimidos para vencer, que nos diera la posibilidad real de acabar con este sistema de miseria. Y es justo esa es la parte que niega Federici, anulando y combatiendo la necesidad de desarrollar una herramienta política con independencia teórica de la burguesía, un partido para el triunfo del proletariado en la búsqueda de la emancipación de la humanidad y de las cadenas de la enajenación capitalista, que sería imposible sin la toma del poder con una estrategia de hegemonía obrera, que acaudillara a los sectores oprimidos y explotados, es decir, una revolución que expropiara a los expropiadores, la tan manoseada dictadura del proletariado, que no es más que la forma más democrática que puede tomar el Estado en la perspectiva de su disolución[5].

 

Como decía Trotsky “El pensamiento revolucionario no tiene nada en común con la adoración de ídolos. Los programas y los pronósticos se ponen a prueba y se corrigen a la luz de la experiencia, que es el criterio supremo de la razón humana”[6], un ejercicio crítico no es sólo valorable sino necesario, pero este es imposible lograrlo con éxito si no se realiza con el método y propósito que los escritores del Manifiesto Comunista tenían. Las leyes generales del capitalismo se mantienen, eso lo ha comprobado la historia, sus crisis, la miseria, las guerras.

Ya a fines del siglo XIX, en el seno de la socialdemocracia había quienes hicieron una revisión de Marx, planteando que era posible un tránsito pacífico al socialismo. Fue Rosa Luxemburgo que dio una gran lucha teórica, estratégica y programática con Bernstein, en su libro “Reforma o revolución”, partiendo de la base de una comprensión de las leyes generales de la dinámica capitalista y la relación con sus crisis, Rosa combate la visión pacífica y embellecedora del capital de Bernstein, comprendiendo que: “En el choque entre el desarrollo capitalista y los intereses de la clase dominante, el Estado se alinea junto a ésta. Su política, como la de la burguesía, entra en conflicto con el proceso social. Así, va perdiendo su carácter de representante del conjunto de la sociedad y se transforma, al mismo ritmo, en un Estado puramente clasista. O, hablando con mayor precisión, ambas cualidades se distancian más y más y se encuentran en contradicción en la naturaleza misma del Estado. Esta contradicción se vuelve progresivamente más aguda. Porque, por un lado, tenemos el incremento de las funciones de interés general del Estado, su intervención en la vida social, su “control” de la sociedad. Pero, por otra parte, su carácter de clase lo obliga a trasladar el eje de su actividad y sus medios de coerción cada vez más hacia terrenos que son útiles únicamente para el carácter de clase de la burguesía, pero ejercen sobre la sociedad en su conjunto un efecto negativo”[7].

El capitalismo necesita y utiliza las crisis para volver a restablecer la tasa de ganancia capitalista, pero a la vez abre sus propias fisuras y contradicciones porque hacen más evidente el rol y carácter social del Estado. Por tanto, de ellas la burguesía sale golpeando más a las masas empobrecidas, a las y los trabajadores, a las mujeres y la juventud, con planes de ajuste, con ataques a las condiciones de vida; o son utilizadas por las y los trabajadores y las y los oprimidos, para darle una salida y una respuesta desde las y los trabajadores en ruptura con el capitalismo.

Por vértices opuestos, Bernstein y Federici llegan a una conclusión estratégica común: no a la toma del poder. El primero con el objetivo de embellecer y teorizar sobre una política reformista, más cercano a lo que hace IA, y la segunda, en su concepción de negación de la izquierda, que deriva en un antipartidismo, sin comprender los intereses de clase detrás de ellos, a un anti Estado general, pero sin identificar su contenido social, es decir su carácter de clase, llevándola a una antipolítica en la disputa del poder en su idealización de lo social.

La comprensión errónea que hace Federici de Marx poco tiene que ver con el marxismo revolucionario que se preocupó de pensar cómo se abolían las trabas materiales que encadenan a las mujeres al mundo de lo privado, al trabajo doméstico: una preocupación de primer orden de las y los bolcheviques que fueron parte de la gesta heroica de la revolución rusa, todos esos avances, logrados en los albores de 1920 como el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, la separación efectiva de la Iglesia y el Estado entre tantos otros que relata Wendy Goldman en su libro “La mujer, el Estado y la revolución”, fueron arrasados por el proceso termidoriano que constituyó el stalinismo.

Pero, eso no solo lo borró la burocracia soviética, con su teoría de la revolución en un solo país y su necesidad de mantener desigualdades, ambos instrumentos ideológicos y materiales de los amos para mantener con vida su propia casta, borrando los hilos de continuidad del marxismo revolucionario, de sus debates estratégicos, de tendencia, y de la búsqueda y lucha contra los mecanismos de división de oprimidxs y explotadxs tan servil al capital; sino que fue olvidado por completo para quienes criticaban el marxismo, como por ejemplo para Federici que nada dice del aporte de revolucionarias como Kollontai, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, o de la misma revolución Rusa.

En momentos de crisis, como el abierto desde el 2008, del cual aún no sale la burguesía, pero ya comienzan a mostrarse hoy sus efectos, con fenómenos por izquierda y por derecha, como el gran movimiento de mujeres y en su contra cara con Trump, Bolsonaro, la derechización en Latinoamérica. La teoría de Federici nos lleva a un callejón sin salida, siendo capaz de decir que en Latinoamérica vamos avanzando en “formas de autogobierno” y que tiene su esperanza puesta aquí, mientras lo que viene avanzando con un montón de límites y contradicciones es la derecha, como lo expresa Bolsonaro y el impasse latinoamericano[8]. Su negación de la teoría del valor y las crisis capitalistas es lo que lleva a sus conclusiones políticas estériles para responder a la situación política internacional y para las tareas preparativas que tiene las y los explotados y oprimidos.

Es la encrucijada estratégica de Federici, su antiestrategia, la que permite que sea tomada desde diversas corrientes. A pesar de su distanciamiento con el feminismo radical, este la puede tomar a su favor desde sus aspectos más regresivos: la negación de la construcción de una herramienta política de las y los oprimidos y explotados, y un anti izquierda en general, sin distinguir contenido social y de clase. Y, por otro lado, desde su fetichización de lo social que niega la lucha por el poder, que lleva a una especie de idealismo del mismo feminismo.

La estrategia feminista de IA: ni anticapitalista ni socialista

Pero también la toman quienes idealizan lo político, como el reformismo, o mejor dicho el neoreformismo, que es el caso del Frente Amplio y todos sus frentes feministas, creyendo que podemos alcanzar la emancipación y la igualdad ante la vida mediante la vía ampliación democrática, combatiendo el neoliberalismo y si es que mencionan el anticapitalismo como IA, esa lucha queda para un futuro incierto, debate que realizamos en “Feminismo socialista y la lucha por una sociedad sin clases”[10].

En respuesta a la polémica desarrollada plantean que “Si la política, como la misma Silvia lo dice, son relaciones de fuerza trabajemos por construir las más favorables entonces para la clase trabajadora.”[11] Y si bien acordamos con esta frase, el problema radica en que la correlación de fuerza se modifica a favor de la clase trabajadora en el terreno de la lucha de clases y no en el terreno de la propia burguesía, el parlamento, donde se aprueban los ataques al pueblo trabajador como estatuto laboral juvenil y el aula segura, donde se abstuvieron, o en su parlamentarización a la lucha por el derecho del aborto. Es la ausencia del centro en la lucha de clases lo que las lleva a esa concepción[12].

Expresivo de lo anterior es que IA frente a la fuerza del movimiento de mujeres para la conquista del derecho al aborto, prefirió rebajar su propio programa que decía estar por el aborto libre, legal, seguro y gratuito, para llegar a acuerdo con la ex NM, y en conjunto presentar y legislar la despenalización del aborto, en vez de que fuera el mismo movimiento de mujeres quién decidiera por qué ley pelear.

IA toma de Federici la teoría de la reproducción social, pero para llevarlo a un terreno de ilusiones reformistas, donde por medio de cambios institucionales, dentro del sistema capitalista, sería posible hacer un cambio en las relaciones reproductivas que cambie la relación de fuerzas, eso explica por qué consideran revolucionaria la demanda del aborto legal cuando es una demanda completamente mínima y democrática. Debate que desarrollamos en otro artículo.[13]

En su respuesta plantean  que “no es problema apoyarnos en quienes disienten en ciertas tesis con nuestra apuesta, pues nuestra necesidad de Federici y de la teoría está determinada por la elaboración política para el avance de la lucha feminista y popular, y no por la coherencia académica”[14], y si bien el debate teórico y político es indispensable, esta afirmación sólo lo diluye, no sólo porque no hay ningún debate serio en el plano teórico, estratégico ni político por parte de IA a Federici, siendo una especie de apropiación acrítica que deja de lado los rasgos más progresivos de esta teórica, su anticapitalismo y su diferenciación teórica con otras corrientes del feminismo, donde no todo feminismo es progresivo.

Toman a Federici, pero el anticapitalismo sale del centro, la toman, pero reniegan el debate estratégico con ella, la toman para negar sus rasgos más revulsivos. La toman para que la huelga de mujeres se centre en lo reproductivo y no en desatar una gran movilización exigiéndole a las centrales sindicales que levanten asambleas donde se discuta en cada lugar de estudio, cada barrio, cada lugar de trabajo su preparación y la realización de una paralización y huelga efectiva que enfrente a la derecha en las calles.

Nada dice IA de la necesidad de la sociabilización de los medios de producción, de su expropiación, única forma de sacar a las mujeres de la esclavitud doméstica, de hacer de las labores domestica un trabajo no del mundo de lo privado, como un problema familiar, sino un problema social, con grandes comedores, lavanderías, todo lo que existe pero que hoy está al servicio de la ganancia capitalista, sería distinto si estuvieran al servicio de la humanidad. Las mujeres de la burguesía no cuentan con esas cadenas, porque tienen cubierto el problema de la comida, de la crianza, del lavado: la esclavitud domestica también tiene carácter de clase. Se entiende que Federici que reniega del marxismo, y que en su búsqueda de valorizar lo reproductivo da un giro teórico que la lleva a convertirse en una antiestratega, pero para quienes se dicen socialistas, y reivindican la necesidad de construir una herramienta política de izquierda, no es solo un crimen, sino una certeza de que la apropiación de Federici se convierte en una especie de inversión de la ilusión de la autonomía de lo social a la ilusión de la autonomía de la política en los márgenes del respeto a la democracia burguesa.

Eso fue lo que le estalló en la cara a IA en la polémica que se desató. Federici tiene rasgos más a la izquierda, y ante los más regresivos son incapaces de responder sin dar una alterativa a la horadada democracia capitalista que poco y nada tiene que entregarnos a las mujeres.

Con eso de fondo su búsqueda de unir lo social con lo político, y su “lucha” contra la parlamentarización se hace profundamente estéril, como una especie de declaración de buenas intenciones. Dicen “estando dentro de la política institucional como en contra de su carácter y lógicas, la autonomía como la defendemos concebimos nos dota de táctica propia donde en nuestro trabajo diario seguiremos defendiendo abrir una brecha para los intereses sociales excluidos de la política”[15], pero esta perspectiva no es más que una utopía, una especie de reactualización de lo que Rosa discutió contra Bernstein, pero se repite como tragedia cuando lo que ocurre en Latinoamérica es la búsqueda de golpes y ajustes al pueblo trabajador, las mujeres y la juventud.

En su denominación de feministas socialistas, reniegan por otra vía que Federici, la comprensión de las crisis capitalistas, para tener una lectura reformista en momentos en que el capital busca recuperarse a costa de que la crisis la paguen las y los trabajadores. Y en momento así, lo estéril se transforma en un freno para poder enfrentar a la derecha, cumpliendo un rol regresivo, es por eso, que siendo el sector más a izquierda del FA, IA no puede levantar una alternativa, y teniendo un puesto parlamentario no ha podido diferenciarse ni levantar una verdadera oposición a la derecha. Han terminado siendo así parte activa de la “parlamentarización” y la pata izquierda de los Boric y Jackson.

[1] Ver en  https://antigonafeminista.wordpress.com/malentendido-federici/

[2] Ver texto completo «La caza de la bruja Silvia Federici en Valparaíso» en http://razacomica.cl/sitio/2018/11/09/la-caza-de-la-bruja-silvia-federici-en-valparaiso/

[3] Para profundizar revisar el texto de Andrea D´Atri «Feminismo y marxismo: más de 30 años de controversia» en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=7972

[4] Federici, Silvia. «El patriarcado del salario», pág 97. Revisar en https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/TDS_map49_federici_web_0.pdf

[5] Para profundizar sobre la visión del Estado del marxismo revolucionario revisar “El Estado y la Revolución de Lenin”

[6] Trotsky, León. «A noventa años del manifiesto comunista»

[7] Luxemburgo, Rosa. «Reforma o revolución»

[8] Para profundizar revisar artículo»Bolsonaro y el impasse latinoamericano» en http://ideasdeizquierda.laizquierdadiario.cl/2018/internacional/bolsonaro-y-el-impasse-latinoamericano/

[10] «Feminismo socialista y la lucha por una sociedad sin clases» en http://ideasdeizquierda.laizquierdadiario.cl/2018/marxismo/feminismo-socialista-y-la-lucha-por-una-sociedad-sin-clases/

[11] «La potencialidad política del disenso» en http://www.contratiempo.cl/2018/11/09/la-potencialidad-politica-del-disenso-feminista/

[12] Para profundizar en este debate ver http://ideasdeizquierda.laizquierdadiario.cl/2018/politica/algunas-concepciones-frenteamplistas-el-extravio-de-la-lucha-de-clases/

[13] «El derecho al aborto y el feminismo socialista» http://ideasdeizquierda.laizquierdadiario.cl/2018/politica/el-derecho-al-aborto-y-el-feminismo-socialista/

[14] http://www.contratiempo.cl/2018/11/09/la-potencialidad-politica-del-disenso-feminista/

[15] idem


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