El derecho al aborto y el feminismo socialista

Un debate con Izquierda Autónoma

Bárbara Brito, exvicepresidenta Fech y dirigenta de Pan y Rosas

 

La Unión Soviética fue el primer país en legislar a favor del derecho al aborto tras la revolución de 1917 con un decreto que decía que “mientras los remanentes del pasado y las difíciles condiciones del presente obliguen a algunas mujeres a practicarse el aborto, el Comisariato del Pueblo para la Salud y el Bienestar Social y el Comisariato del Pueblo para la Justicia consideran inapropiado el uso de medidas penales y por lo tanto, para preservar la salud de las mujeres y proteger la raza contra practicantes ignorantes o ambiciosos, se resuelve: “I. El aborto, la interrupción del embarazo, (…), se llevará a cabo gratuitamente en los hospitales del estado, donde las mujeres gocen de la máxima seguridad en la operación”.[1] Para las y los revolucionarios el aborto, lejos de ser una demanda revolucionaria, se constituía en una demanda mínima democrática para atender la salud de las mujeres.

El estalinismo abolió el derecho al aborto y la Oposición de Izquierda, en voz de Trotsky, criticó también este aspecto. Denuncia en su libro “La Revolución Traicionada” que: «El nacimiento de un hijo es para muchas mujeres una seria amenaza. Justamente por eso, el poder revolucionario ha dado a la mujer el derecho al aborto, uno de sus derechos cívicos, políticos y culturales esenciales mientras duren la miseria y la opresión familiar (…) Pero este triste derecho es transformado por la desigualdad social en un privilegio.” Es que la Rusia soviética combinaba un alto número de niñas y niños abandonados y arrojados a la hambruna, huérfanos de las guerras imperialistas, de la guerra civil y la revolución, con una escasa infraestructura para hacerse cargo del derecho al aborto en condiciones seguras para todas las mujeres. En una sociedad transicional, que aún no conquistaba el socialismo, las viejas divisiones sociales aún no era abolidas y encontraban su expresión también en la aplicación del decreto que legalizó el aborto en el hospital. «Ciento noventa y cinco mujeres mutiladas por las comadronas; treinta y tres obreras, veintiocho empleadas, sesenta y cinco campesinas de koljoses, cincuenta y ocho amas de casa, se hallan en un hospital de una aldea del Ural», versaba un informe citado por Trotsky para preguntarse “¿Cuántas mujeres al año son mutiladas en toda la URSS por los abortos mal hechos?”

Pero esta realidad no podía ser una excusa para volver a la penalización e ilegalidad del aborto. “Después de haber demostrado su incapacidad para proporcionar los socorros médicos necesarios y las instalaciones higiénicas para las mujeres obligadas a recurrir al aborto, el Estado cambia bruscamente y se lanza a la vía de las prohibiciones. (…) Filosofía de cura que dispone, además, del puño del gendarme. (…) Se adivina de antemano que en la URSS, como en Occidente, serán sobre todo las obreras, las campesinas, las criadas que no pueden ocultar su pecado, las que caerán en manos de los carceleros. (…) Evidentemente estos señores han olvidado que el socialismo debería eliminar las causas que empujan a la mujer al aborto, en vez de hacer intervenir indignamente al policía en la vida íntima de la mujer”.[2]

Para Trotsky la abolición del derecho al aborto fue parte de la política termidoriana[3] del estalinismo contra la revolución, para él era un derecho mínimo o “esencial” mientras existiera la “miseria y la opresión de la familia”.

Hoy las condiciones son muy distintas, no sólo existe el misoprostol que ha bajado el número de mortalidad por abortos significativamente, aunque miles de mujeres continúan muriendo en todo el mundo, sino que existe la infraestructura y la tecnología necesaria para aplicar y asegurar una política de salud pública para todas aquellas mujeres que decidan abortar, limitada para una gran mayoría por la avaricia empresarial y la privatización de la salud. Sea quizás este choque entre las posibilidades y las expectativas insatisfechas de millones de mujeres en todo el mundo lo que ha impulsado y renovado un movimiento que avanza, derrumbando fronteras.

Aborto legal ¿una lucha actual?

En Chile estalló el mayo feminista que desnaturalizó la violencia machista, miles de mujeres gritamos que no seríamos nuevamente silenciadas y, semanas después, se abrió el debate sobre el derecho al aborto empujado por nuestras hermanas argentinas y la marea verde. En las alturas del régimen político se dividió la Nueva Mayoría –no todos están a favor de esta demanda, la misma Bachelet impidió desde la Presidencia de la República que fuera un debate abierto limitándolo a las tres causales–, y la derecha dejó en evidencia su conservadurismo. Por abajo, entre la izquierda y las organizaciones feministas, se abrieron acalorados debates. No es sólo un debate programático, las demandas que han sido puestas sobre la mesa han reanimado debates teóricos y estratégicos sobre el patriarcado y el capitalismo. Así mismo lo reconoce Izquierda Autónoma (IA) que, en una nota escrita por Macarena Castañeda titulada “la demanda del aborto desde el feminismo socialista”, se abre la pregunta sobre la reproducción social del capitalismo, el rol que ocupa en la sociedad capitalista y su relación con la demanda del derecho al aborto.

En primer lugar, no responde si tiene o no que ser legal, pero dado que lo mencionan en otros documentos como en el programa presidencial del Frente Amplio (FA) al cual adhirieron y donde afirmaron estar por el aborto legal, nos quedaremos con eso. Despejado ese punto nos preguntamos, ¿por qué rebajan su propio programa para impulsar un acotado proyecto de ley de despenalización y no la legalización? el problema es de orden estratégico. Para Izquierda Autónoma la lucha por el aborto debe enmarcarse en la reapropiación de la capacidad reproductiva del cuerpo femenino, arrancándolo de las manos de la explotación capitalista.”[4] Si, como dice IA, la demanda del aborto tiene la función de emplazamiento al orden capitalista ¿es entonces una demanda posible de impulsar y conquistar en la actual coyuntura y situación política?

Hace algunas semanas, cuando impulsaron el proyecto de despenalización hasta la semana catorce, arguyeron que “no hay fuerzas” para conquistar el aborto legal, poniendo como límite central que sólo el Poder Ejecutivo podía proponer proyectos de Ley que implicaran una modificación del presupuesto de La Nación, y en vez de agitar y denunciar este rasgo presidencialista y autoritario que demuestra los límites de la democracia burguesa chilena, movilizando fuerzas tras una demanda tan mínima y necesaria como el derecho al aborto legal, deciden rebajar su propio programa, bajando las expectativas y las propias posibilidades de que el movimiento de mujeres enfrente a la derecha, movimiento que se podría transformar por esa vía en un farol y motor para que otros sectores salgan a luchar en medio de ataques que quiere pasar el gobierno, e imponga por la fuerza de la movilización este derecho.

Es por esto, que proponernos levantar un gran movimiento en las calles por el aborto legal para arrancarle al régimen político nuestro derecho a decidir. Y es que el balance que sacamos del rechazo del aborto legal en el Senado argentino es muy distinto al del feminismo «socialista» de IA, que se limita a lo posible en los estrechos margenes de la acción parlamentaria, que poco y nada nos ha entregado a las mujeres y al pueblo trabajador.  Como dice Andrea D´Atri, fundadora de Pan y Rosas argentina y parte activa de la marea verde, sobre el balance de la lucha por el aborto en Argentina:

«No podemos tener la más mínima expectativa en que, con negociaciones en los pasillos del Congreso, conseguiremos nuestros derechos. Rechazamos los enjuagues que nos proponen, entre oficialistas y opositores. Por eso, tampoco vamos a permitir que nos digan que esperemos, con suerte, a las elecciones de 2019. Los derechos no se mendigan, se conquistan con la lucha y eso es lo que aprendieron centenares de miles de jóvenes que salieron a las calles por primera vez y que ya no quieren volver atrás.

Vamos por el derecho al aborto, pero vamos por más. Y para eso, tenemos que tomar esta pelea en nuestras manos, organizarnos desde abajo, en nuestros lugares de trabajo y de estudio e imponerles nuestra fuerza y nuestra decisión. Incluso a quienes dicen representarnos, como los dirigentes sindicales, pero que están abiertamente en contra del derecho al aborto o se pronunciaron a favor, pero no han hecho ni una toma, ni un corte de calle, ni una asamblea, ni un paro para conseguir doblarle el brazo a la Iglesia y la reacción antiderechos»

La lucha por el derecho al aborto y su carácter

Se abre la pregunta sobre el derecho al aborto y su carácter. Para Macarena la práctica del aborto gozaría de un estatus subversivo, su carácter cuestionaría las bases del sistema capitalista al poner en riesgo la efectividad del sistema de generación de plusvalía. ¿Es esto así? Hoy la lucha por el derecho al aborto ha tomado especial fuerza en Latinoamérica; en distintos países de Europa y en algunos lugares de Estados Unidos el derecho al aborto ya es una realidad. No es sólo la Rusia soviética otorgando derechos sociales mínimos tras el dominio de la aristocracia zarista, son países capitalistas hoy, imperialistas, incluso, los que han legalizado el aborto. En Holanda es permitido hasta las 24 semanas y en Inglaterra hasta la semana 22, también en Estados Unidos. Desgraciadamente continúan siendo países capitalistas y hasta hoy no se ha afectado el sistema de extracción de plusvalía por la legalización. Constatar esta realidad no le quita mérito a nuestra lucha, tampoco necesidad que reside en el imperativo de vivir mejor, sin riesgo de muerte por abortar, sin miedo ni culpa por no querer ser madres.

La demanda por el derecho al aborto no cuestiona al capitalismo, que tenga o no un carácter subversivo depende de las circunstancias que rodean nuestra movilización, de las posibilidades de movilización de las mujeres y de organización con otros sectores como los trabajadores. La demanda por el derecho al aborto es una demanda mínima democrática, aunque sus posibilidades sí pueden derivar en una lucha que avance más allá, fortaleciendo nuestra organización, corriendo las barreras de lo que se comprende posible, permitiéndonos cuestionar el trabajo doméstico no remunerado, la división sexual del trabajo y la doble explotación laboral.

Aborto y reproducción social de la fuerza de trabajo

El énfasis de Izquierda Autónoma está en la vitalidad de la lucha por el aborto como motor de liberación en sí misma, pero incluso pensando eso, no ponen su centro en conquistarlo, en tanto organización colectiva, en las calles, de mujeres y hombres por un motivo común; sino sería su carácter intrínseco el que, ligado a las tareas de reproducción, cuestionaría el rol de los cuerpos gestantes que en el capitalismo se encuentran “plenamente disponibles para la explotación reproductiva”. Este «motor de liberación» queda en mera escolastica, solo en el plano de las ideas, si no dispone para desarrollarlo en el terreno de la lucha de clases, un concepción que por lo demás está muy alejada del socialismo científico. Para Macarena el derecho al aborto aporta a romper con la división sexual del trabajo y a poner “en riesgo la efectividad del sistema de generación de plusvalía”[5]. ¿Será hoy la práctica individual del aborto en clandestinidad extendida como método para la gran mayoría de las mujeres la que cuestiona por sí sola la “explotación reproductiva” al encontrarse en un punto estratégico de cuestionamiento al capitalismo? ¿Toca entonces sólo despenalizar esta práctica para su “libre ejercicio” asegurando un proyecto de ley en los marcos del parlamento y del régimen político? ¿Qué pasará con todas aquellas mujeres que simplemente no tienen acceso al misoprostol ni a abortos seguros que son las más pobres y trabajadoras?

Esta perspectiva donde la práctica del aborto conllevaría por sí sola una práctica que cuestione al capital y su relación estratégica con la reproducción social del capitalismo en general o de la reproducción de la fuerza de trabajo en particular, es un debate que se ha reactualizado en el feminismo. No lo dice, no la cita, pero su razonamiento no es nuevo. Silvia Federici ya había teorizado sobre este punto tomando a grandes teóricos del autonomismo italiano como Mario Tronti y su teoría de la fábrica social. Para ella el punto cero del capitalismo ya no se encontraba en la fábrica o en otra posición estratégica del circuito de producción, sino en el hogar. Dice en su libro Revolución en Punto Cero que “el trabajo reproductivo no es, sin duda alguna, el único trabajo por el que se pone en cuestión lo que le otorgamos al capital y lo que nos damos a nosotras mismas. Pero desde luego es el trabajo en el que las contradicciones inherentes al trabajo alienado se manifiestan de manera más explosiva, razón por la que es el punto cero para la práctica revolucionaria, incluso aunque no sea el único punto cero”[6]. Federici modifica el sujeto y el centro de gravedad donde sitúa su praxis revolucionaria. Thiti Bhattacharya, a diferencia de Federici que piensa que la reproducción social del capitalismo se basa en el trabajo no asalariado y tiene por centro el hogar; plantea la existencia de un primer circuito de producción capitalista contenido en las fábricas y empresas y un segundo circuito de la reproducción social de la fuerza de trabajo que produce valor de uso pero que, al terminar “vendiéndose” en el mercado a través del salario, está relacionado estrechamente a la explotación capitalista en las empresas, al primer circuito de producción. Esta lectura, a diferencia de Federici y IA, reactualiza a la clase obrera como sujeto revolucionario integrando además a las dueñas de casa como parte de esa clase trabajadora. No profundizaré este debate, sólo asentaré posiciones con el fin de develar las consecuencias políticas de una y otra posición.

Entonces, lejos de lo que Macarena define como una “lectura desde el feminismo socialista”, la lectura que hace iguala y confunde opresión y explotación[7] alejándose del feminismo socialista –marxista– que tiene su punto de anclaje en la clase trabajadora como sujeto revolucionario, en las fábricas y empresas como posición estratégica desde donde combatir al capitalismo por su lugar en la producción, en la lucha de clases y en la experiencia de la mujer trabajadora en el camino de la emancipación del conjunto de la humanidad; y relega la lucha por el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito para un futuro incierto al plantear que el aborto como práctica cuestiona por sí sola, en los hechos y espontáneamente, al capitalismo. Un análisis que suena radical culmina en una práctica conservadora, que rebaja el programa, frena y limita la lucha y organización por nuestros derechos. Por ahora nos quedarían las maniobras parlamentarias y el debate de despenalización para ir avanzando paulatinamente en nuestros derechos, para conquistar la “despenalización social del aborto” mientras las mujeres siguen abortando en clandestinidad ejerciendo la “autonomía revolucionaria” de sus cuerpos por fuera de las necesidades de la explotación reproductiva del capital. Esta concepción renuncia a concebir la demanda del aborto como un derecho de salud pública que debe ser garantizado por el Estado.

La clase obrera se escribe en femenino

Si el primer problema que abre el debate respecto al carácter del derecho al aborto tiene relación con dónde se encuentra el centro de gravedad de nuestra práctica política, si el parlamento o en la calle (lucha de clases) y con el impulso actual de esta demanda o su disposición a un segundo plano; otro problema tiene por consecuencia el desplazamiento de la lucha contra el patriarcado y el capitalismo. ¿Es la clase obrera? ¿dónde se ubica la posición estratégica del circuito de producción capitalista para hacer tambalear el sistema? El texto de Macarena no se pronuncia explícitamente sobre estos puntos y desliga el análisis de la demanda del aborto del conjunto de reivindicaciones políticas y sociales para enfrentar la explotación capitalista.

En Argentina la “revolución de las hijas” impactó por su fuerza y abrió perspectivas mayores. Sólo algunas semanas después esas mismas jóvenes se dispusieron a luchar en liceos y facultades con tomas y paros en defensa de la educación pública. El movimiento de mujeres y el feminista en todo el mundo no ha parado de avanzar cambiando la agenda política de los gobiernos de turno como lo vimos en Chile con el “mayo feminista” y luego con la demanda por el aborto legal. En Brasil se prepara una enorme movilización contra Bolsonaro y el golpismo convocada por mujeres y que hasta ahora agrupa a más de dos millones en un grupo Facebook. Lo nuevo es que, lejos de repensar si la clase obrera es o no el sujeto revolucionario, el movimiento de mujeres internacional muestra una vía para retomar la esperanza enterrada por las derrotas del pasado en un nuevo marco estratégico de creciente feminización del trabajo. ¿Puede el movimiento de mujeres reanimar a una clase obrera aún adormecida? No sólo es una posibilidad, es un imperativo. Hoy la clase obrera tiene rostro de mujer.  Perder la perspectiva de unir la lucha contra la opresión a la lucha contra la explotación es renunciar a los principales problemas de las mujeres hoy, a las fuerzas necesarias para conquistar nuestros derechos y avanzar a cuestionar la sociedad capitalista.

A modo de conclusión: Unidad de las luchas y movilización en las calles

La lucha por el derecho al aborto es una demanda mínima democrática que podemos conquistar al interior de los márgenes del capitalismo, pero cuya fuerza puede ir por más. Hoy más que nunca, que existe la tecnología necesaria para poder atender las necesidades de las mujeres que deciden abortar, podemos proponer levantar un gran movimiento en las calles para conquistar este derecho y para conquistar un sistema de salud pública que lo garantice de forma gratuita.

La relación de esta demanda con la lucha contra el capitalismo es un problema que debe pensarse primero como vía para el despertar político de millones de mujeres contra una sociedad que niega la decisión sobre nuestro propio cuerpo, contra un Estado que tiene a la Iglesia como aliada contra nuestro derecho a decidir, y para el desarrollo de un enorme movimiento en las calles por el aborto uniendo la lucha por nuestros derechos con las reivindicaciones para la liberación del conjunto de la humanidad de las cadenas de la opresión y la explotación. Si la lucha por el aborto toma o no un carácter subversivo está por verse, no será un fruto espontáneo nacido de su carácter anticapitalista y revolucionario inmanente, en cambio, será resultado de si logramos o no organizarnos en nuestros lugares de estudio y trabajo, copar las calles de nuestros pañuelos verdes junto a los trabajadores que hoy luchan contra los despidos y a los estudiantes dispuestos a defender la educación pública para conquistar esta demanda y mucho más.

 

Notas

[1] Decreto del Comisariato del Pueblo para la Salud y el Bienestar Social y del Comisariato del Pueblo para la Justicia en la Rusia Soviética”, La Internacional Comunista de las Mujeres, abril de 1921

[2] Trotsky, León, La Revolución Traicionada y Otros Escritos, editorial IPS. 2014, p. 138-139

[3] Este término es tomado de la analogía con la Revolución Francesa, hace referencia al período marcado por la caída de Robespierre y el dominio de los jacobinos, marcando el fin de la Primera República de Francia y el inicio del gobierno de los conservadores.  Termindor, por tanto, hace alusión a un momento de reacción política sobre las bases sociales de la revolución, que León Trotsky acuña para referirse a lo que significó el stalinismo en la Rusia Soviética: una contrarevolución burocratica sobre la base de la producción nacionalizada.

[4] Ver en: https://antigonafeminista.wordpress.com/la-demanda-por-el-aborto-desde-el-feminismo-socialista/

[5] Idem

[6] Federici, Silvia, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Editorial Traficantes de Sueños. 2013 p. 19

[7] Para profundizar la definición de opresión, explotación y su relación en el capitalismo revisar el libro “Pan y Rosas, pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo” de Andrea D’Atri.


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