Piñera v/s clase trabajadora: el frente único obrero

Juan Valenzuela

Lester Calderón

La discusión acerca de la táctica del frente único obrero desarrollada por la III Internacional y continuada por el marxista y militante revolucionario León Trotsky es pertinente para elaborar una política que pueda encarar los desafíos que impone la situación presente a quienes luchamos por un programa revolucionario y anticapitalista para nuestra época.

No se trata de repetir mecánicamente -cual receta- indicaciones escritas en la década de 1920 y 1930. Se trata de apropiarnos de esas elaboraciones estratégicas para encarar el desafío de que la clase trabajadora se constituya en sujeto revolucionario en el mundo capitalista actual.

El programa comunista: el objetivo de construir una sociedad sin clases y sin Estado, no es un objetivo visualizado como realista por amplias franjas de la clase trabajadora y otros sectores de la sociedad. El actual desarrollo de las fuerzas productivas haría factible una sociedad de productores libres. Pero derrotas históricas, estructurales y subjetivas, generaron un efecto “posibilista”: llevar adelante programas políticos que vayan más allá de la democracia capitalista no es visto como algo realizable.

Sin embargo, el propósito de contar con la “mayoría de la clase trabajadora” era entendido ya por el marxismo revolucionario de la III Internacional como un desafío y no como algo dado a priori por una simple relación transparente de representación entre el partido y la clase.  Trotsky, en 1922, escribía que el Partido Comunista “si cuenta con una tercera parte o la mitad de la vanguardia proletaria, el resto se hallará organizado por los reformistas o los centristas.”[1] Luego marcaba que los obreros que apoyan a esas corrientes políticas “se interesan con avidez por mantener los niveles de vida más elevados y la mayor libertad de acción que sea posible”[2]. La proyección de la táctica debía ser tal que impidiese que la propia organización revolucionaria se transformara en “un obstáculo organizativo en el camino de la lucha proletaria actual”[3]. Recomendaba con acento que “el partido debe tomar la iniciativa para lograr la unidad en la lucha de hoy”[4]. Sólo así podía ganar a los “dos tercios” que no dirigía aún.

Ad portas de iniciar la segunda década del siglo XXI, las direcciones de la clase trabajadora no se dividen en tres tercios: uno revolucionario, otro centrista y un tercero reformista. La derrota contrarrevolucionaria y la democracia pactada acarrearon una mutación subjetiva en proletariado: el consenso neoliberal implicó una transformación del Partido Socialista en un partido abiertamente burgués y una declinación creciente del Partido Comunista con débiles raíces en el movimiento sindical.

El reformismo obrero existente está en los sindicatos, que se apoyan en la división de las filas de la clase trabajadora entre contratados y subcontratados, nativos e inmigrantes, etc. Las corrientes revolucionarias no tienen peso nacional, salvo en Argentina con el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. De la mano de la ofensiva neoliberal se han dado las transformaciones estructurales en la composición de la clase trabajadora y el panorama estratégico actual con primacía de las grandes ciudades y el crecimiento del sector de servicios que resulta estratégico para el funcionamiento de las urbes, y crecientes grados de feminización y todo tipo de factores de fragmentación contractual o sindical o por razones nacionales o religiosas, fenómenos de inmigración, etc. Pero todavía ocurre que los trabajadores “se interesan con avidez por mantener los niveles de vida más elevados y la mayor libertad de acción que sea posible” cuestión cada vez más difícil de lograr en un neoliberalismo decadente. Este hecho objetivo plantea en nuevas coordenadas el problema del frente único obrero.

En la situación chilena actual, la táctica del frente único obrero se plantea objetivamente a partir de la necesidad de organizar una defensa frente a las medidas que los empresarios y el gobierno de Chile Vamos implementan en contra del trabajo: cierres de empresas, despidos, salario mínimo miserable, etc. Pero subjetivamente no existe una fuerza política que pueda aplicar la táctica. Aun así, la pelea por la unidad de acción de la clase trabajadora para defender las condiciones de vida no deja de ser una batalla necesaria para quienes militamos en una izquierda anticapitalista referenciada en la clase trabajadora.

El presente artículo intenta plantear algunos debates respecto a la cuestión del “frente único obrero”, en el contexto de la actual situación política en Chile, buscando contribuir a pensar el problema de la defensa de las “posiciones” de la clase trabajadora en la situación política- y buscando elaborar en este marco, el significado de la lucha por la reubicación de los despedidos de -FCAB en la ciudad de Antofagasta, tanto en lo que respecta a la cuestión del frente único obrero, como en lo relacionado con la construcción de una izquierda anticapitalista anclada en la clase trabajadora.

 I

Embestidas: cierres, despidos y precariedad

Los “tiempos mejores” se han revelado como un slogan farsante. En junio de 2018, el cierre de la fábrica de contenedores Maersk o el de la empresa constructora Cial en Temuco, el cierre de Pastas Suazo en Curicó y el de Iansa en Linares, los despidos en Canal 13 y los anuncios de despidos en TVN o Chilevisión se tradujeron en casi 3.000 nuevos cesantes repentinos ­—la actual tasa de cesantía para julio, según el BC es de 7,3%[5]—, elemento que cambió la percepción acerca de la “economía” y la “creación de empleos” que Piñera en campaña presidencial presentó como sus puntos fuertes, lo que se ha traducido en una rápida caída en las encuestas. En Calama ocurrió lo propio con los 1.600 despidos anunciados de trabajadores de planta de Chuquicamata, segmentados hacia 2026. Y en otra escala, con los 19 despidos persecutorios del Ferrocarril Antofagasta – Bolivia (FCAB), perteneciente a Antofagasta PLC del grupo Luksic, lugar donde —todavía excepcionalmente— se ha desarrollado una lucha por la reincorporación a través de un fondo de resistencia para el cual han contribuido sindicatos, estudiantes y organizaciones de izquierda, que han permitido solventar a las familias ferroviarias durante dos meses.

Los cierres, en algunos casos, han sido presentados como resultados espontáneos en una economía de libre competencia. En el caso de Iansa se habló de los cambios en los hábitos alimenticios a nivel internacional producto de la proliferación de los sustitutos del azúcar y de las “etiquetas negras”, Piñera ensayó una parábola de árboles viejos y nuevos. En el caso de Chuquicamata se pretende justificar las desvinculaciones presentándolas como un efecto ineludible de pasar a mina subterránea, cuestión que haría innecesario mantener la actual dotación de trabajadores. En otros, como en el de Maersk, se ha culpado a los trabajadores que lucharon por sus expectativas: “es de una gran irresponsabilidad ir a huelga por incrementos y beneficios que la empresa no está en condiciones de solventar”[6], expresó el exgerente de la empresa, Francis Mc Cawley, mientras dejaba a 1.200 trabajadores en la calle. Esta discusión se extendió hacia el Congreso cuando la diputada de Izquierda Autónoma (IA), Camila Rojas, planteó una alternativa a la difícil situación: “¿es posible que el Gobierno de Sebastián Piñera brinde el apoyo necesario para la reactivación productiva de las instalaciones de la fábrica Maersk y para la constitución de una cooperativa de trabajadores que sean responsables de dicha reactivación?”.[7]

Refiriéndose a este panorama económico, Alfredo Swett, líder de la CPC, explicaba algunos meses atrás que la creación de puestos de trabajo venía rezagada con respecto al crecimiento de la economía: “miremos el trimestre móvil febrero, marzo, abril: mientras la economía avanzó 4,8 puntos, el empleo lo hizo sólo 2,1 puntos y, de ese total, solo el 0,6 es empleo formal, asalariado. El resto son puestos por cuenta propia.” Swett continuaba con un panorama nada halagüeño respecto al “cuentapropismo”: “El problema de los empleos por cuenta propia es que es un amplificador de desigualdad. Un empleo formal genera una media de ingreso de 573 mil pesos versus los de cuenta propia, que es de 287 mil pesos, según los datos que manejamos (…)” Y en relación con el otro fenómeno alarmante, los cierres de empresas, declaraba que en “lo que va del año, de paso, la quiebra de compañías ha aumentado un 56% a mayo, es decir, 564 empresas se acogieron al proceso y el 96% de ellas quebró, sin poder reorganizarse. El comercio y la construcción, los sectores más afectados.”[8]

En el terreno político, el gobierno es un activo propulsor de medidas que apuntan a conservar y profundizar la precariedad laboral. Nicolás Monckeberg —ministro del Trabajo— anunció que buscará darle curso a la contrarreforma al Código Laboral reponiendo las facultades para los grupos negociadores[9] e impulsando las negociaciones individuales en un claro afán de debilitar a los sindicatos. Esto, mientras Chile Vamos logró en el Congreso la aprobación de un sueldo mínimo de $301.000 hacia 2019, que se reajustará un 2,5% por sobre el IPC el 2020 y que se volverá a negociar en agosto de ese año. El monto que comenzó a regir ahora en septiembre -$288.000- no es de ninguna manera apto para satisfacer las necesidades de la familia trabajadora.

Los partidos de la oposición —tanto los partidos de la ex Nueva Mayoría como el Frente Amplio— rechazaban que no se pueda discutir sueldo mínimo hasta finalizar la administración de Piñera. Aun así, el FA propone un sueldo mínimo de $424.000 de acá a 2024 renunciando a dar la pelea ahora. Con esto, queda claro nuevamente que la actividad en el Congreso  y la supeditación a sus tiempos, constituyen pivotes de su estrategia  para obtener “conquistas”, desplazando sigilosamente de esa manera la centralidad de lo que en el pasado el mismo conglomerado llamaba “las luchas sociales”, a un segundo plano, favoreciendo un asentamiento en el régimen político marcado por las maniobras entre los bloques políticos, arrojando agua al molino de la gobernabilidad de la derecha para parecer “respetables” y aspirantes serios a erigirse como los próximos administradores de régimen, con un programa de reformas. Porque la razón de fondo que empujó al Frente Amplio a aceptar el mísero aumento a $301.000 desde 2019 —de $284.000 a contar de septiembre de este año— es la idea de que con la actual configuración parlamentaria resultaría imposible lograr algo más.

Esa forma de actuar, que es coherente con reducir el terreno de confrontación a la arena parlamentaria sin actuar como un factor político que apunta a poner en movimiento las fuerzas de la sociedad y especialmente a la clase trabajadora como sujeto transformador. La parlamentarización y proliferación de caudillismos que tanto le molestan a Carlos Ruiz no se solucionan formando una dirección que no esté ni tan parlamentarizada, ni tan metida en los movimientos sociales o en las municipalidades, como sugiere el sociólogo[10]. Esa deriva es más bien una resultante del hecho de situar el centro de gravedad en el Congreso y no en la lucha de clases. Eso explica que los “límites de lo posible” siempre sean restrictivos para el conglomerado: aborto legal no, despenalización sí; sueldo mínimo de $424.000 ahora, no, el 2024 sí, y ahora aceptar las coordenadas del gobierno; etc. Este elemento que es esencial al Frente Amplio es lo que explica cómo han actuado en estos debates.

En medio de este escenario complejo, el único caso de resistencia se produce en la ciudad de Antofagasta, con las 11 familias del Ferrocarril Antofagasta – Bolivia (FCAB) que han decidido pelear por su reincorporación a la empresa en rechazo a los despidos antisindicales, en conjunto con el Sindicato Interempresa de FCAB y las mujeres que se movilizan por el aborto legal, que han recibido el apoyo de trabajadores, docentes y estudiantes para el fondo de resistencia que ha permitido sobrevivir dos meses en lucha y que vienen mostrando una activa disposición a la unidad con trabajadores de todos los sectores: profesores y sector público; y con estudiantes de la ciudad.

II

El peligro 

Hasta ahora —pese a los impactos en la “popularidad” del gobierno que generan las medidas antes descritas— no se ha activado una resistencia obrera que pueda enfrentar estos ataques integralmente. Cada una de esas embestidas repercute en beneficio del empresariado y en desmedro de la clase trabajadora. Si frente a estos ataques hubiese una resistencia obrera en el país, ésta tendría un importante potencial revulsivo. Primero, porque el gobierno viene debilitado en comparación a sus primeros meses de ejercicio, con más rechazo y oposición: las y los trabajadores podrían aprovechar esas brechas. Segundo, porque la existencia de un movimiento de mujeres dinámico que ha transformado el debate del aborto en una discusión nacional, más allá de su reflujo inmediato, abriría la posibilidad de nuevas alianzas y energías para la clase trabajadora y el propio movimiento de mujeres que podría romper las barreras de lo posible. Tercero, la crisis medioambiental en Quintero y Puchuncaví es expresión de un problema estructural que tiene otros puntos críticos como Mejillones y que puede transformarse en un factor dinamizador de la lucha de clases.

Pero el Frente Amplio argumenta que sustituir la pelea por el aborto legal, por la simple despenalización, tiene que ver también con la poca fuerza que tenemos en el país para lograr este fin. Si en Argentina no pudieron ¿por qué podríamos en Chile? Así parecen razonar en ese conglomerado político. Pero si en el país trasandino los 38 senadores reaccionarios consiguieron imponerle su voluntad al enorme movimiento de mujeres en buena medida gracias a la ausencia de la clase trabajadora en las calles, que no fue movilizada por las centrales sindicales, ¿por qué la lección no es buscar las vías para que la clase trabajadora haga suya esta pelea? Participan en algunas luchas medioambientales, pero parcelan esta demanda de la lucha contra los cierres y los despidos y al no pelear por un salario acorde a la canasta básica retrasan que el movimiento obrero sea un actor de peso.

En vez de concluir que en Chile no hay fuerza, es mejor abrir ciertas preguntas: por ejemplo, si la clase trabajadora apareciera en la escena ¿no estaríamos en un nuevo escenario? Una fuerza social así ¿no puede inclinar la balanza hacia una ambición mayor para alcanzar objetivos políticos? Creemos que sí. Pero renunciar de antemano a objetivos ambiciosos no contribuye a que aparezca esa fuerza. Es decir, los mismos que diagnostican que no existe la fuerza, al rebajar las expectativas tanto en el terreno salarial como en el terreno de los derechos (aborto) obstaculizan la emergencia de esa fuerza.

Todo esto ocurre en un escenario económico que aún le da ciertos márgenes de maniobra a la clase dominante, lo que se expresa en las cifras macroeconómicas como el último IMACEC de 4,8%; que se da junto a un leve aumento de la cesantía de 7% a 7,3%, según las cifras del Banco Central y en simultáneo al impacto simbólico de los cierres y despidos. En un escenario internacional que se complejiza por los elementos de guerra comercial entre EE. UU. y China y el impacto de ésta en los precios de las materias primas. Si no hay resistencia, la burguesía local y el gobierno encontrarán espacio para nuevas ofensivas, cuando esos márgenes de maniobra se reduzcan, cuestión que es más que probable.

Este es un peligro que no hay que omitir. No es algo que ocurra sólo en Chile: desde Francia a Brasil, desde Argentina a   Grecia, la clase dominante -cuando hay crisis- busca recuperar su tasa de ganancia golpeando el salario, los servicios sociales o las condiciones laborales de la clase trabajadora: con reformas previsionales o laborales, recortes de personal, estatutos para el trabajo joven, entre otras medidas.[11]

III

Los sindicatos: divisiones o unidad para resistir

Hasta ahora, las principales organizaciones sindicales, no han gravitado frente al gobierno de Piñera y los empresarios. Para enfrentar la serie de ataques en curso se hace necesario coordinar acciones de lucha: así combatir los cierres, los despidos y las medidas que precarizan el trabajo, a través de un frente único que permita la unidad de la clase trabajadora en el terreno de la acción, preparando un plan de movilización y un paro nacional que se discuta en los lugares de trabajo. Las demoras y excesivas vacilaciones respecto a esta necesidad, encarnadas por las direcciones de las grandes centrales sindicales, es una fuente de debilitamiento para la clase trabajadora y sus sindicatos, que le facilita al gobierno el camino para volver a reconocer los grupos negociadores.

La Central Unitaria de Trabajadores (CUT), luego de mantener una tregua con la gestión de Piñera durante seis meses, ha decidido plantear movilizaciones, aunque con cautelosa gradualidad, luego de que el consejo nacional de la CUT declarara simbólicamente en su 30° aniversario, un plan de movilización ascendente que culminaría en una paralización nacional.[12]

Formalmente estarían terminando con la historia de amistad con el gobierno, luego de “desengañarse” por la negociación del salario mínimo: se “dieron cuenta” que no había negociación, ni mesa por el salario mínimo, si es que alguna vez existió negociación.

Al no poder “incidir” y viendo que el gobierno le impuso los criterios empresariales, pasaron a una especie de “plan B”: convencer a los parlamentarios de oposición y el Frente Amplio, de rechazar la propuesta del gobierno, algo que no tuvo resultados positivos, como es evidente con el “fin de la película”: un sueldo mínimo que no se negocia hasta 2020.

El Colegio de Profesores, por su parte, convocó para el 8 de agosto a una jornada de movilización y para el 28 a un paro. El 4 de agosto se manifestó por la deuda histórica. El Comité de Iniciativa por la Unidad Sindical (CIUS), por su parte, viene posicionándose contra el Estatuto Laboral Juvenil, pero el 23 de agosto se negó a la unidad de acción con la Confech, vienen llamando a ciertas manifestaciones.

Pero el escenario que describíamos en la primera parte de este escrito, a propósito de los ataques patronales, exige la más amplia unidad para poder defender los puestos de trabajo. Parcelar el programa y las luchas de la clase trabajadora, perseverar en una rutina con hitos o desplegar un verdadero plan de lucha que incluya el paro general y un programa de acción para detener los ataques de manera integral: he ahí una disyuntiva política actual. Queremos cerrar este artículo con algunos elementos que consideramos claves para un programa de acción para la clase trabajadora en el actual escenario. Pero querernos, antes, detenernos en una disquisición teórica acerca del frente único obrero.

IV

No renunciar a la lucha de clases: frente único obrero y partido

Lejos de una actitud de espera pasiva y fatalista que apuesta todo a una “situación revolucionaria futura” condenándose a la quietud presente, y lejos de reducir la actividad militante a mera “organización y educación” sin lucha en los periodos de paz, Trotsky señala que “es evidente que la vida del proletariado no se detiene en ese periodo preparatorio para la revolución. Los choques con los industriales, con la burguesía, con el aparato del Estado, ya respondan a la iniciativa de un sector o del otro, siguen su curso.” Intentando fundamentar la táctica de frente único obrero escribe que “en estos choques —más allá de que involucren a los intereses del conjunto del proletariado, a su mayoría, o sólo a un sector— las masas obreras sienten la necesidad de la unidad de acción: de unidad para resistir el ataque del capitalismo, o de unidad para tomar la ofensiva en su contra.” A su modo de ver todo “partido que se oponga mecánicamente a esta necesidad de unidad en la acción del proletariado será condenado de manera infalible por los trabajadores […] el problema del frente único no es, ni en su origen ni en su esencia, una cuestión de relaciones mutuas entre la fracción parlamentaria comunista y la socialista, o entre los comités centrales de ambos partidos […]. El problema del frente único —a pesar del hecho de que es inevitable una escisión en esta época entre las organizaciones políticas que se basan en la clase trabajadora— surge de la urgente necesidad de asegurarle a los trabajadores la posibilidad de presentar un solo frente en la lucha contra el capitalismo […] Para todos aquellos que no comprenden estas tareas, el partido solo es una sociedad de propaganda y no una organización para la acción de masas.”[13]

El general prusiano y teórico militar Carl Von Clausewitz se burlaba de quienes pretendían responder a las espadas enemigas usando estériles ceremonias. Los despidos y los cierres de empresa cuya repercusión inmediata es desestructurar reservas estratégicas de la clase trabajadora, impactarán en el “imaginario colectivo” produciendo disciplinamiento si no hay una resistencia aun superior —en masividad y coordinación— a la de FCAB. Ha sido un asunto ante el cual los sindicatos no han desplegado un plan de defensa a la altura, lo que sólo se podría hacer desarrollando la lucha de clases, es decir, poniendo en movimiento a sectores reales de la clase trabajadora: con un plan de lucha unificado que contemple la paralización, con una preparación desde los lugares de trabajo y asambleas, y no sólo con decisiones de dirigentes que muchas veces prefieren actuar divididos, calculando conveniencias estrechas, cargos y protagonismo, viendo en la “calma” una virtud, justo cuando apremia la necesidad de defensa de los intereses de todos los trabajadores.

El esfuerzo que viene haciendo el Partido de Trabajadores Revolucionarios en la ciudad de Antofagasta apuesta a desarrollar la lucha de clases a través de una disposición a desarrollar un frente único obrero, cuestión que por supuesto no depende solo de nosotros. Durante la paralización nacional de profesores el 28 de agosto, el pasado 8 de agosto, la jornada del 4 en esta ciudad, los ferroviarios han estado presentes, llevando “el aguante” a los otros trabajadores. Confluyeron los sectores en lucha: tuvieron como novedad la participación del Sindicato de Asistentes de Aula de la ciudad de Antofagasta, que viene dando una pelea por unir a los trabajadores y trabajadoras de la educación y contra la precarización laboral; participaron los funcionarios y funcionarias de la ANEF, que están en movilizaciones en repudio a los 250 despidos en el Ministerio de Obras Públicas (MOP). Estuvieron presentes federaciones estudiantiles y sindicatos que vienen cuestionando el estatuto laboral juvenil en la ciudad de Antofagasta. El 7 de agosto marcharon asistentes de aula, funcionarios a honorarios del sector público, ferroviarios y estudiantes. Desde el Sindicato Interempresa de FCAB, se ha desarrollado constantemente un diálogo hacia los cinco sindicatos restantes de la empresa, para que se hagan parte de la lucha, cuestión ante la cual no ha habido respuesta.

Para los revolucionarios y revolucionarias del PTR, la unidad hoy se juega en el terreno de la acción, en las calles y no excluye para nada que mantengamos la independencia política y la libertad de crítica frente a lo que consideremos vacilaciones de nuestros aliados, en momentos en que los ataques al movimiento obrero están en curso (despidos, cierres de fábricas, desempleo, etc.). Por otro lado, es desde estas batallas que instamos a los parlamentarios del Frente Amplio y a sus figuras, lo mismo que a organizaciones como la Confech o el Colegio de Profesores, a hacerse parte de las acciones que realicen los trabajadores de Antofagasta en defensa de sus puestos de trabajo.

Las aspiraciones de los trabajadores y trabajadoras por la unidad son justas en este momento y pueden cambiar la autopercepción y las fuerzas morales de la clase obrera, para convertirse en un factor político, en un escenario nacional caracterizado por la debilidad del gobierno de Piñera. Trotsky, en la década de 1920 y reflejando las reflexiones de la III Internacional Comunista, escribía, como citábamos arriba, que para aquéllos que no comprenden estas tareas, “el partido solo es una sociedad de propaganda y no una organización para la acción de masas.” En el mismo texto señala que es “innegable que la transición de una amplia actividad propagandística a la participación directa en el movimiento de masas entraña nuevas dificultades y, por lo tanto, peligros”, y que “sería erróneo suponer que partido puede prepararse para todas estas pruebas sin participar directamente en la lucha, sin entrar en contacto directo con enemigos y adversarios.”[14] Creemos que lo de fondo de este planteamiento es que no podrá emerger un partido político revolucionario de la clase trabajadora, si quienes peleamos por esa perspectiva permanecemos ajenos a la lucha de clases aunque sea por las cuestiones más “sencillas” como defender un puesto de trabajo. Aunque, en rigor, nuestra organización: el PTR, no es un partido aún, el hecho de que busquemos participar directamente en la lucha de clases, batallando por la reubicación de 11 despedidos en un escenario nacional de despidos, y siendo uno más en el conflicto contra el grupo Luksic (enemigo), usando una “lógica” de frente único obrero[15] para buscar la unidad de acción con las direcciones sindicales de la zona y el país, y haciéndoles llamados a la izquierda para que se solidarice activamente con la lucha, hacer la experiencia de impulsar la alianza de los despedidos y el movimiento de mujeres a través de Pan y Rosas, puede ser un factor importante en la construcción de un partido de combate en Chile, en el sentido de educar a la militancia y a sectores de la clase. Forjar a franjas capaces de resistir y de no conformarse con las condiciones que imponen los capitalistas no es una tarea separada de la labor de construir partido revolucionario. Por eso, uno de los aspectos de la táctica compleja de frente único obrero consiste en facilitar la experiencia de la base social de las corrientes reformistas con sus direcciones y la expansión de la influencia de los revolucionarios.

Este elemento que es una consecuencia de no renunciar a la lucha de clases como centro de la estrategia política revolucionaria, es lo que puede preparar las condiciones para la que la clase trabajadora avance a constituirse como sujeto revolucionario.

 V

Programa de acción 

Pero no basta con luchar. La pregunta es por qué luchamos. ¿Cuál es el programa de acción de esta lucha defensiva?

Nuestro programa es el comunismo. Para conquistarlo estamos por un gobierno de trabajadores. Pero avanzar hacia allá no será posible si no somos capaces de defendernos ante los cierres. Por esa razón, estamos por la estatización de las empresas que cierren o quiebren y por la gestión obrera de éstas.

Frente a los despidos es necesario resistir como vienen haciendo los trabajadores de FCAB, en la ciudad de Antofagasta. Es necesario organizar fondos de resistencia para que no quiebren la lucha por hambre: consiguieron aportes de Nicolás del Caño —diputado del Partido de Trabajadores Socialistas, miembro del Frente de Izquierda y los Trabajadores de Argentina—, de sindicatos de Codelco, de la Constramet, de estudiantes y militantes de izquierda. Vienen confluyendo con la lucha por el aborto legal junto a sus familias y junto a la agrupación Pan y Rosas, con cortes y marchas, uniéndose a otros sectores de la clase trabajadora como los profesores y a la pelea contra le contaminación en Mejillones. Es necesario pelear por la prohibición por ley de los despidos.

Es necesario batallar por un salario mínimo de $450.000 y no esperar hasta 2020 para negociar.

Para finalizar es necesario seguir reclamando la realización efectiva de un contundente paro nacional activo con movilización que sea discutido y votado en asambleas de todo el movimiento de trabadores y parte de un plan de lucha de conjunto. Para, en primer lugar, frenar los despidos, apoyar los conflictos que ahora están en curso, como el conflicto de los trabajadores del Ferrocarril Antofagasta-Bolivia, docentes y trabajadores del sector público, para defender el salario e imponer todas las demandas de los trabajadores haciendo pesar nuestra fuerza como clase. Esto debe ir de la mano de ir impulsando la más amplia unidad con el movimiento de mujeres y los sectores populares que luchan contra la contaminación ambiental en Quintero, Puchuncaví o Mejillones. Formar agrupaciones clasistas en los lugares de trabajo que den estas batallas es una perspectiva que no podemos eludir.

[1] Trotsky, León; Los primeros 5 años de la Internacional Comunista, Buenos Aires, ediciones IPS, 2016, p. 414

[2] Ídem.

[3] Ídem

[4] Ídem

[5] https://si3.bcentral.cl/Boletin/secure/boletin.aspx?idCanasta=SJNTE3151

[6] https://www.mundomaritimo.cl/noticias/francis-mc-cawley-ldquocierre-de-maersk-container-industry-san-antonio-debiera-hacer-reflexionar-a-todosrdquo

[7] https://radiogalactika.cl/2018/07/12/camila-rojas-lee-carta-de-sindicato-n1-de-maersk-e-interpela-a-ejecutivo-a-que-se-abra-a-cooperativizar-las-instalaciones-de-la-fabrica/

[8] Todas las citas del líder de la CPC fueron extraídas de http://www.elmostrador.cl/mercados/2018/06/25/y-los-tiempos-mejores-tres-empresas-se-van-a-pique-en-15-dias-y-peligra-iansa-en-linares/

[9] En la legislación laboral chilena, los grupos negociadores son organismos separados de los sindicatos que perdieron sus facultades negociadoras con la reforma laboral de Bachelet. Esta medida del gobierno de Piñera constituye una maniobra que facilita que las empresas debiliten a las organizaciones sindicales, chantajeando a los trabajadores sindicalizados con mejores ofertas a los grupos negociadores.

[10] https://www.df.cl/noticias/economia-y-politica/actualidad/carlos-ruiz-ideologo-del-frente-amplio-hay-mucha-necesidad-de/2018-09-06/192838.html

[11] Una elaboración de nuestra corriente respecto a cómo el capitalismo actual está implicando una degradación creciente de las condiciones de vida de las masas en https://www.laizquierdadiario.com/Sobre-antiutopias-y-barbarie-en-el-capitalismo-actual

[12] http://www.elsiglo.cl/2018/08/24/cut-llama-a-avanzar-hacia-un-gran-paro-nacional/

[13] Trotsky, León, 2016, op.cit. p.414

[14]Trotsky, León, 2016, op.cit. p.427

[15] Decimos “lógica de frente único obrero” y no “frente único obrero” en tanto consideramos que no somos una fuerza política con capacidad de desplegar esa táctica en los términos en los que se elaboró en la III Internacional.


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