Piñera, Trump y el gesto de la bandera

La reunión se realizó en un clima internacional marcado por la “guerra comercial” entre Estados Unidos y China y la Asamblea de la ONU. Chile se alista para fortalecer alianzas políticas, económicas y estratégicas, con distintas naciones y potencias.

Este 28 de Septiembre tuvo cita en la Casa Blanca, la reunión entre el presidente Sebastián Piñera junto al caótico presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, tomando protagonismo la entrega de una fotografía con la imagen de la bandera chilena como parte de una estrella de la bandera norteamericana, símbolo de “unidad” entre ambos países, o sometimiento, del primero al segundo. La reunión tuvo por objetivo tratar una serie de temas instalados dentro de la agenda internacional latinoamericana, y cuestiones de tipo militar y comercial.

“Es uno de los países hermosos en el mundo, es también uno de los países con la mejor costa de mar” comenzó enfatizando el magnate yanqui. “Hay muchos asuntos que tenemos que discutir, porque con los EE.UU. compartimos una de las cosas más importantes, los valores: democracia, derechos humanos, libertad”, señaló el multimillonario chileno, en clara clave aduladora.

Uno de los aspectos centrales de la discusión fue Venezuela: “es un desastre. Y tiene que ser limpiado” dijo Trump, diciendo que hay “diagnóstico compartido”. No es extraño, en los marcos de las declaraciones golpistas del Secretario de la OEA, o las reuniones de altos mandos de la Casa Blanca con militares golpistas.  El “diagnóstico compartido” que dice Trump, es el encuadramiento de la política internacional chilena con la agenda intervencionista yanqui.

Lazos profundos

Sin embargo más allá de los temas más candentes que rondan la agenda continental donde Trump pide cuadrarse a Piñera con su “liderazgo” ¿Cuál es el fondo que hay tras esta reunión?

La denominada “guerra comercial” entre Estados Unidos y China, es una de las claves de interés del gobierno chileno. Bajando el comercio mundial, disminuye la posibilidad de un crecimiento chino y el consumo de materias primas como el cobre, además del posible aumento de los productos importados. También la situación económica y política en América Latina viene cargada a la crisis, expresado además de Venezuela, en países como Argentina y Brasil por medio de la derecha de Mauricio Macri y Michel Temer.

El caso chileno, se ha expresado como una frágil contra tendencia en Latinoamérica, donde el colchón económico del crecimiento, el cual se estima será superior al 4% este año según lo señalado por el Informe de Política Monetaria (IPOm) proveniente del Banco Central (1), ha jugado como un punto a favor del gobierno, que busca consolidar reformas para salvaguardar las ganancias de los grandes empresarios, como la tributaria, o del código laboral juvenil para precarizar empleo de jóvenes que absorber en el mercado.

La relación entre Estados Unidos y Chile, por medio del Tratado de Libre Comercio (TLC), forjada desde el año 2004, se ha visto tensionada por una serie de medidas proteccionistas por parte del gobierno de Donald Trump. Esto es importante ya que de acuerdo a estadísticas desarrolladas desde el mismo Banco Central, el año 2016, Estados Unidos se ha constituido como el principal país inversor en el territorio chileno con un 15%, por sobre Canadá (9%), Holanda (7%) y España (7%), siendo los principales sectores de inversión los servicios financieros y minería, correspondiendo a un 29% y 28% respectivamente (2). Las inversiones estadounidenses en Chile han sido parte central (sin considerar el mecanismo de saqueo de la deuda pública, en crecimiento). Entre los años 1974 y 2012, compañías multinacionales estadounidenses invirtieron 23.000 mil millones de dólares en Chile, más de un cuarto del total de las inversiones locales. Entre 2009 y 2013, las empresas americanas representaron 16,7% del total de IED en Chile.

Y esa inversión en términos totales, ni siquiera la compensa el caso de las 10 mayores empresas multinacionales del cobre, principal producto estratégico de Chile, donde  el saqueo es infinitamente mayor, con una millonaria fuga de capitales de ganancias por renta y por explotación del trabajo, que supera en creces a la inversión total. 120 mil millones de dólares han regalado desde el Estado entre 2005 y 2014 a las 10 empresas mineras privadas más grandes, según un estudio elaborado por la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Anglo American Sur, Mantos Copper, Los Pelambres, Candelaria, Quebrada Blanca, Escondida, Collahuasi, Cerro Colorado, Zaldívar y El Abra. En esta lista entra el grupo Luksic (que también fuga muchos capitales al exterior) propietarios de AMSA Antofagasta Minerals, del grupo Luksic, con Zaldívar, Los Pelambres, Antucoya. Es un competir importante en la industria del cobre. Son parte del holding que controla el ferrocarril, puerto (ATI), Banco Chile, Copec, etc.

Sin embargo no se puede dejar de lado la importante influencia china dentro del territorio. El 50% de nuestras exportaciones van a Asia (Latinoamérica representa alrededor del 18% de nuestros envíos), siendo el consumo chino de cobre la herramienta fundamental del crecimiento los últimos años. El mismo The Economist en un artículo de su última edición, sincera que gran parte del crecimiento que estamos viviendo desde fines del 2017 se debe al precio del cobre impulsado por el consumo chino. En septiembre recién pasado, el Ministro de Relaciones Exteriores (RR.EE) Roberto Ampuero sostuvo una reciente reunión con diversas autoridades del gobierno chino, en Pekín, entre ellas el Presidente y Consejero delegado Guo Wenking, y el Ministro de Comercio Chino Zhong Shan, en busca del capital y el estado chino de consolidar sus inversiones en el país y en la región, con diplomacia con billetera. China arrecia las inversiones en Chile como se ve en la disputa por las acciones de SQM, donde hay tensiones a la vez que acuerdos de Estados Unidos y China, en el marco que Trump intenta ganar en la región. Más saqueo y entrega al mejor postor es la política de estado chilena.

¿Cuál es el escenario internacional al que se enfrenta el gobierno de Piñera?

La situación política internacional, la tensión globalización/nacionalismos, ha traído importantes tensiones durante los últimos años, producto de las reminiscencias de la crisis del 2008. El ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca el 2017, la implementación del Brexit y las tensiones europeas, la guerra comercial con China, el frágil giro a derecha en América Latina y la tendencia a la crisis y polarización (Brasil, Argentina, Venezuela), en un clima del ofensivo gobierno norteamericano y su política proteccionista, pone a Chile en un escenario complicado para buscar fortalecer su «apertura». En un mundo hacia convulsiones, Chile puede verse amenazado.

El gobierno sabe que las alianzas y acuerdos comerciales, no son cualquier cosa, sobre todo cuando se debate la capacidad de acción entre potencias mundiales como Estados Unidos y China, en la búsqueda de instalar su agenda económica a gran escala. De ahí la insistencia del gobierno en hacer perdurar los acuerdos, que son la reafirmación del sometimiento a las jugadas del imperialismo, en este caso norteamericano, mientras busca la mejor de las relaciones con el soft power chino.

La posibilidad de reforzar los vínculos entre Chile-EE.UU en este marco es la cuestión de agenda de Estado de Piñera en su encuentro, y a Trump le interesa consolidar esta subordinación en el marco de su intento de mayor giro a la región en los marcos de la aceleración de competencia y tensiones con China.

Pero tampoco es unilateral por el peso chino en Chile. Por lo tanto, la intención que mayormente ha mostrado el gobierno de Piñera como también hizo la Concertación, es que se descompriman los conflictos entre ambas potencias, proliferando una vía de acuerdos que merme las tensiones.

El escenario aún se mantiene abierto, pero lo que es seguro es que la tensión por el acaparamiento de nuevos mercados, sumado la política ajustadora que buscan imponer organismos e instituciones reaccionarias de la burguesía como el FMI, está lejos de desaparecer, y por el contrario potencian la inestabilidad económica, particularmente en América Latina, donde la hegemonía del gobierno chileno a nivel interno, no tiene bases aún como para impulsar ofensivamente el arsenal más contundente de su agenda empresarial reaccionaria, sin encontrar graves conflictos. Un escenario de mayores desequilibrios externos que preocupa a la política interna de forma creciente.

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